Estados de la materia

El amor también puede ser líquido, igual que el que siente el presidente del Gobierno por Illa: Sánchez dice que habla más con él que con su mujer. Acabáramos. Pero el estado ideal del amor es el sólido, como el dinero. Que se lo digan a Pepín Fernández, fundador de Galerías Preciados e impulsor del Día de los Enamorados en España a partir de un artículo de 1948 en el que González-Ruano abogaba por adoptar en nuestro país el San Valentín norteamericano. Fernández, más listo que el hambre, pilló la idea al vuelo e insertó, pocos días después, un anuncio en ABC para que los novios compraran los regalos en sus almacenes. No hay amor más compacto que un fajo de billetes.

Ahora, el amor también es virtual, y muchos amantes lo celebrarán este fin de semana viéndose el gepeto por videollamada a causa del confinamiento perimetral: no se pueden poner puertas al campo, pero sí a las ciudades. «¿Abrimos un champancito para brindar?», dirá él a través del móvil. Y ella, que no quiere destapar una botella por no tener que tirar la mitad, irá a la cocina, se servirá un té frío en una copa aflautada y le añadirá una puntita de Alka-Seltzer. El amor, en cualquiera de sus estados, se mantiene a base de pequeños engaños cotidianos. Si no explota antes.