Las elecciones en Castilla y León han llevado al partido ganador, el PP, y a su candidato, Alfonso Fernández Mañueco, a anunciar contactos con todas las demás fuerzas políticas para asegurar la investidura y procurar la estabilidad mediante «acuerdos puntuales». Mientras, Vox reiteraba ayer su « ... derecho y deber» no solo a formar parte del gobierno regional, sino a tener en él una presencia «igual o superior» a la que logró Ciudadanos en la anterior legislatura. El PP necesita enfriar las sensaciones de su ajustada victoria frente al éxito del grupo de Santiago Abascal para tratar de evitar un pacto de coalición con la extrema derecha, que es su adversaria directa en términos electorales. La exigencia avanzada por el cabeza de lista de Vox de derogar las leyes autonómicas de memoria histórica y de violencia de género es reveladora de los propósitos que animan a esta organización.
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Su eventual entrada en el Ejecutivo de Castilla y León escoraría hacia su derecha la proyección del Partido Popular ante los comicios autonómicos, locales y generales que se sucederán entre este y el próximo año. Pero, sobre todo, no sería inocua para el desarrollo de políticas centradas e integradoras que sintonicen con una amplia mayoría social y se inscriban dentro de los parámetros por los que circula la UE. La suma de PP y Vox brindaría a la comunidad una estabilidad aritmética que no sería tal desde el punto de vista político y que dificultaría tanto el entendimiento como la alternancia en la gobernación del país. El socialismo de Pedro Sánchez y los integrantes del bloque de la investidura han visto desde el principio en Vox un factor reactivo para movilizar a sus bases y un lastre para las expectativas del PP. Corresponde al partido de Pablo Casado clarificar su política de alianzas respecto a la derecha radical y hacerlo de manera coherente a nivel nacional. Que Vox haya tomado la iniciativa tras el 13-F lo hace, además, ineludible.
Pero el PSOE de Pedro Sánchez no se haría favor alguno y, sobre todo, no se lo haría al país si pasase por alto el aviso recibido en Castilla y León y se contentase con esperar a que Vox acompañe al PP en el gobierno de la comunidad y en el cartel del nuevo ciclo electoral. Es lógico que los socialistas no voten a favor de la investidura de Fernández Mañueco. Pero, cuando menos, deberían brindarle la oportunidad de conformar un gobierno monocolor en minoría, siempre y cuando Casado atienda a ese gesto.
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