La España vacía, ¡yes!

Esta semana, que incluía ayer sábado la celebración del Día Mundial del OVNI, la nave nodriza de la OTAN, o de la NATO, si lo lees frente a un espejo, ha aterrizado en Madrid, con todas las delegaciones a bordo, y al copo, desde sus ... más altos mandatarios hasta alguna sobrina tick-tocker. Más consortes y escuadrones de escoltas y un ejército imperial de drones. Todo este despliegue, orbitando sobre la cápsula presidencial, de charol blindado y equipado con hiperespacio. En fin, lo que se conoce como una 'quedada' por todo lo alto, también conocida por 'cumbre'. El objetivo de dicha cumbre era comprobar, sobre el terreno, una especie que ya disfruta de proyección interplanetaria, y que no es otra que la de la 'España vacía', claro; concepto que, paradójicamente, ha petado portadas y reportajes en los media de la galaxia entera. Pero la cosa tenía que ser verificada y para eso, no hay como desplazarse a los sitios y calibrar el grado de certeza o de exageración al respecto. Como en capítulos anteriores, en que delegaciones de antaño se acercaron a certificar su contrario, 'la movida', o sea: la España repleta, aquella España que sobrepasaba su propio aforo y zona de baile. El caso es que la presente cumbre ha concluido con éxito, como ha proclamado todo el mundo (y sus satélites), porque todo lo que se decía era verdad. Y eso que solo se seleccionó, a modo de muestra y en razón de su capitalidad, un área del territorio, Madrid. La marca 'España vacía' no ha decepcionado. Efectivamente, por ejemplo, la arteria vertebral de la urbe, la llamada 'Castellana', otrora enjambre de vehículos con madrileños (y visitantes) dentro, tradicionalmente atascado, era un corredor desolado, con los andenes despojados de viandantes y los arbustos girando sobre el asfalto como si fuera la calle principal de Tombstone. Idem de lienzo de las vías de acceso a la ciudad, la M-40 o la Autovía A2, o las demás, desde el sur de Madrid hasta, en el Norte, la falda de la Sierra; de normal, hervideros de tráfico lento cuando no colapsado, con su vidilla detenida en wasups, radio, redes o pensamientos, ¿qué fue de todo aquello? Los observadores de la cumbre han levantado acta de su desertización y silencio. Lo mismo, cualquiera de los aledaños a sus residencias estelares: a muchos kilómetros a la redonda, barrios completos sin un alma a la vista. Por cierto, en las plantas de los hoteles utilizados por la cumbre solo había personal OTAN. Ni un cliente más. Y hablando de lienzos. Tuvieron que juntar a todos los representantes y comitivas respectivas en la sala de las Meninas del Prado para que hubiera gente, alguien, viendo el cuadro de Velázquez, cuando ésa era una sala en la que Las Meninas siempre se tenía que ver en una fila de cinco o seis en fondo, como cerca. Es más, hasta les dieron de cenar allí, para que se creara un poco de ambiente internacional en el Museo. Compusieron, de hecho, el más insólito bodegón expuesto nunca en el Prado. Las tiendas de Serrano, pues también vacías, si no fuera por las compras (o el simple tardeo) de las primeras damas, que fueron haciendo el circuito de marcas. Toda la tienda para ellas. ¿Y lo de la Opera? Tuvieron que ver Nabucco; bueno, un ensayo de Nabucco, ¡solas!, las primeras damas, en el palco. En un Teatro Real sin público. Nabucco, que en otro tiempo hubiera puesto el cartel de «no hay entradas» antes de abrirse la taquilla. No me extrañaría que en algún momento del ensayo, y desde el foso o desde los hombros del Teatro, hubiera surgido el Coro de esclavos, clamando por la plenitud perdida, entonando el «Vuela pensamiento, con sus alas doradas, /pósate en las praderas y, con melancolía, en las cimas/ donde exhala su suave fragancia/ el dulce aire de la tierra natal». Hasta las alcantarillas de la ciudad estaban selladas, por falta de actividad bajo la superficie. Por no haber de nada, no había ni siquiera estrellas suficientes, ni en los Hoteles, ni en la guía Michelín. Y una vez concluida la cumbre terrícola, pues de Madrid al cielo.