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El Congreso mostró ayer un amplio consenso ante el desafío que el régimen de Vladímir Putin ha lanzado a la Europa democrática y al mundo libre al pretender tomar como rehenes a los ciudadanos de Ucrania. El anuncio de Pedro Sánchez de que el Gobierno ... facilitará «material militar ofensivo a la resistencia ucraniana» generó críticas solo en la parte más 'podemita' de sus socios, cuando todo se vuelve defensivo frente a la invasión sin miramientos que el Kremlin recrudece día a día. El derecho a la legítima defensa se convirtió en común denominador de la inmensa mayoría de los diputados, aunque fuese obvio que el presidente había dudado sobre la asunción de tal compromiso más porque lo discutían desde Unidas Podemos que porque representase un dilema de orden estratégico o moral para la democracia española.
Ayer fue un clamor parlamentario que el 'no a la guerra', sin más, pierde sentido cuando nos encontramos ante una agresión bélica unilateral ante la evidencia de que ningún proyectil ha sido disparado contra territorio ruso, mientras Putin trata de arrasar Ucrania para demostrar así que no existe. España tiene la obligación de solidarizarse con 44 millones de personas que quieren ser libres y se sienten europeos de Ucrania. Pero tiene, además, junto al resto de la Unión, la necesidad de enfrentarse abiertamente a las pretensiones del autócrata porque entrañan una amenaza sin límites para nuestras aspiraciones como sociedad abierta. La disyuntiva a la que se aferran Belarra, Echenique y Montero entre la guerra y la diplomacia no tiene nada que ver con la realidad del plan de destrucción que la Rusia de Putin está tratando de llevar a cabo sobre Ucrania para erigirse en superpotencia frente a Estados Unidos y ningunear a la UE. La postura de Yolanda Díaz, Joan Subirats y Jaume Asens advirtiendo de que la izquierda a la izquierda del PSOE no puede desentenderse de lo que está ocurriendo en Ucrania trazó la divisoria entre los cambios sociales pretendidos y la demagogia evasiva.
La declaración de Sánchez y el compromiso de la UE de transferir 500 millones de euros en armas al Gobierno de Ucrania suponen una inyección de ánimo para la resistencia. Pero lo que urge es que los recursos materiales prometidos lleguen y las sanciones anunciadas se materialicen cuanto antes. Poco importan en estos momentos las cuitas en Unidas Podemos y las dificultades que añadan al Ejecutivo. Lo acuciante es que Putin no se salga con la suya.
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