El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, planteó el pasado miércoles una «pausa» en las relaciones de aquel país con España, término que en su 'mañanera' del día siguiente explicó advirtiendo de que no se trataría de «ninguna ruptura» sino de «serenar la relación» ... para que «ya no se vaya a saquear México impunemente». A lo que añadió acusaciones contra empresas españolas y contra antecesores suyos en el cargo que, según él, habrían favorecido a una de ellas «en cada sexenio». El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, optó en un primer momento por restar trascendencia al hecho, dando a entender que no se trataba de una declaración formal. Pero la reiteración de López Obrador le llevó el jueves a manifestar que «el Gobierno de España rechaza las injustificadas declaraciones del presidente de México sobre España y sobre las empresas españolas». Es ya un lugar común suponer que Andrés Manuel López Obrador recurre a la afrenta para desviar la atención de la opinión pública mexicana respecto a los problemas reales que atraviesa aquel país –algunos de ellos angustiosos– y que su mandato no está aliviando precisamente.

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Pero al margen de cuál sea su motivación última, tales acusaciones revisten una extraordinaria gravedad porque alimentan la desconfianza hacia nuestro país y hacia sus compañías más importantes no solo entre los mexicanos, también en el resto de América Latina. Ello cuando en México están presentes 7.000 empresas españolas, además de numerosos proyectos de cooperación. La prioridad es que las relaciones económicas y comerciales entre ambos países no se resientan por las declaraciones del presidente mexicano, puesto que aportan riqueza y empleo a ambos lados de la balanza. Pero, también para eso, es necesario preservar la mejor reputación de España y de sus empresas. Por lo que el Gobierno, aun tratando de rebajar siempre el tono con que se manifieste la diferencia, debe salir puntualmente al paso de toda declaración que se guarece en la impunidad acusatoria de un mandatario presidencial. Preservando en todo momento los intereses legítimos de nuestra economía y de nuestras empresas en el marco de las relaciones de libre mercado, y reivindicando sin ambages los vínculos que unen a mexicanos y españoles, muy por encima de las palabras de López Obrador.

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