DICHO SEA DE PASO

Escuela de feminismo

Martes, 18 de abril 2023, 22:00

Estos días he comprobado que en la lista de libros más vendidos de la semana en la categoría de no ficción figura en el número 8 el título 'Mi abuela sí que era feminista', que según declaraciones de su autor quiere demostrar que las feministas ... de hoy nos quejamos por pequeñeces.

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Pienso que puede ser así si se nos compara con los padecimientos de las mujeres de posguerra que sacaron adelante a sus familias, en muchos casos sin la ayuda de nadie e incluso con un marido que era una carga. Es verdad que se trató de una generación de heroínas admirables y que cuentan con todo mi respeto, pero discrepo abiertamente con esa tesis. Considero que esas mujeres fueron muy fuertes y muy valientes pero el sufrimiento y la opresión machista no te convierten automáticamente en una defensora de la igualdad de derechos entre los hombres y las mujeres.

Y si les transmito esta idea es porque esta Semana Santa he conocido en mi pueblo a la nieta de Petra, una vecina de mi barrio que tuvo un hijo de soltera en los años 50. Como se pueden imaginar ustedes, esta señora pasó un calvario parecido al del Cristo que procesionaba por las calles. Yo era pequeña pero recuerdo perfectamente de que ella sólo tenía una amiga, precisamente mi tía Piedad, que murió joven y que siempre hizo honor a su nombre. Aunque por mi edad yo no entendía el alcance de su crimen sí recuerdo a mi tía decir que Petra era muy buena y que un hombre canalla la había abandonado.

Esta vecina sufrió lo indecible y precisamente el hijo, que ahora tiene 70 años, la sacó de aquel pozo de miseria y acoso. Los dos se fueron a Ibiza donde él trabajó desde adolescente. Este hombre, a pesar de todo, sigue manteniendo un vínculo con su pueblo natal y con las hijas de mi tía Piedad. Así que este año, como cada Viernes Santo en que solemos coincidir, ha sido inevitable volver a hablar del barrio y de la infancia. Cada vez que pronuncia el nombre de su madre, fallecida hace un década, no puede reprimir las lágrimas de emoción. Cuando esta vez me presentó a su hija Marta, bastaron cinco minutos para que nos hiciéramos amigas. Marta iba acompañada de su tercera hija y me comentó que se había casado dos veces porque tenía mala suerte. En los dos casos ella solicitó el divorcio porque sus maridos no habían sabido respetarla ni amarla como necesitaba. Le respondí que, muy al contrario, ella era la que tenía la suerte de poder decidir sobre su vida. Me reveló entonces el secreto, tantos años oculto, del hombre que dejó embarazada a su abuela.

Como mis primas le habían chivado que me gusta escribir, me encargó que algún día narrara la triste historia de Petra. Su hija de diez años no dijo ni una palabra pero no perdió detalle de nuestra conversación y, por la expresión de su cara, fue evidente que para ella esta confidencia suponía una primera lección de feminismo.

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Así que hoy le dedico estas palabras a Petra, que no pudo ni ser feminista sino, y dicho sea de paso, la víctima de una sociedad machista y represora.

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