El régimen iraní se ha embarcado en una escalada de terror para intentar terminar con las protestas en demanda de las libertades más básicas que desde hace tres meses sacuden las calles del país. Las masivas movilizaciones desatadas por la muerte bajo custodia policial de ... la joven kurda Mahsa Amini continúan a pesar de los más de 300 muertos por la represión, los miles de detenidos y los centenares de sentenciados a largos años de prisión. Y a la pena capital. Los dirigentes teocráticos muestran tal ansiedad por sofocar la revuelta popular que los juicios sin garantías, que ni siquiera permiten a los acusados un abogado de su elección, se convierten estos días en ejecuciones públicas en la horca. A las que ya terminaron con la vida de dos jóvenes de 23 años se suma la condena capital al jugador Amir Nasr-Azadani, que ha provocado la exigencia horrorizada de la Federación Internacional de Futbolistas Profesionales para que se revoque. El mundo censura al Gobierno de Teherán una obstinación criminal que ahonda aún más su aislamiento internacional. Y los grupos de derechos humanos claman por nuevas sanciones, aunque será el pueblo iraní el primero en padecerlas.
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