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El pasado domingo, durante los segundos finales del trepidante partido contra el Alimerka Oviedo, quienes disfrutábamos del encuentro asistimos a uno de los más deplorables momentos que un aficionado haya podido vivir en la historia del Clavijo. Jenaro Díaz, ese entrenador que incomprensiblemente ha sumado ... una temporada tras otra, sin demostrar absolutamente nada, salvo ser capaz de quemar y menospreciar jugadores, año tras año, dedicó una 'peineta' a todos los seguidores del Clavijo, que en ese momento mostrábamos nuestro apoyo a David Knudsen, mientras estaba siendo abroncado de una manera desproporcionada por este entrenador.
Ya no hablamos que los mejores partidos del Clavijo hayan sido cuando él estuvo suspendido, ni que haya frenado la progresión de Kevin o Hugo, que no sepa sacar lo mejor de sus jugadores o que sus desmanes desde el banquillo son el padrenuestro de cada partido. Lo que hizo Jenaro el pasado domingo es burlarse e insultar a todos los aficionados que sufrimos con el equipo o y que cada jornada acudimos a disfrutar del club de nuestra tierra. Un gesto vergonzoso y chulesco, que no debería pasar de largo con una simple disculpa, sin duda promovida por quienes abastecen el agradecido estómago de un despropósito como no se ha conocido otro en el baloncesto riojano.
Jenaro no es un entrenador; es el típico roba almuerzos de último curso que amedrentaba a la chiquillería en los colegios a la hora del recreo, y caminaba entre los de párvulos con aires de grandeza, diciendo a cada uno lo que tenía que hacer, so pena de ser víctimas de su furia. Tiene, este personaje que hizo cierto nombre como Segundo y lo ha perdido todo como Primero, lo peor de esos entrenadores chillones y malencarados, que montan un espectáculo tras otro en los banquillos, bajo la falsa excusa de la motivación. Jenaro no motiva, ni a sus jugadores ni a la afición a la que insultó el domingo. Lo único que consigue es enervar, tanto por su despótico comportamiento, como por sus nefastas decisiones. Porque, que no pase de largo esto, el partido del domingo lo perdió él, no ninguno de sus jugadores, y especialmente Knudsen, que empató el partido con un triple milagroso. Lo perdió al ver cómo nos remontaban diez puntos sin pedir un tiempo muerto, dejando en el banquillo a Kolo, cuando estaba siendo nuestro mejor jugador y anotador, desmotivando a la plantilla o perdiendo segundos del último tiempo muerto en dedicar una peineta a «su» afición, cuando debía estar dirigiendo a su equipo.
Al concluir el partido, un directivo al que tengo por un enamorado del baloncesto me decía que la decisión sobre la continuidad de Jenaro era de la directiva. Tiene razón, faltaría más; pero la permisividad con alguien que denigra a los espectadores ha pasado de ser un tema deportivo a uno emocional. No se puede proteger a quien insulta a los tuyos.
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