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En ocasiones, más allá de la inmadurez colectiva e insultante en la que nos embarramos como sociedad, creyendo el dictamen de estúpidas modas, el destino pone orden y cordura. El hecho de que «zorra» haya obtenido una de las peores posiciones de la historia de ... España en Eurovisión pone de manifiesto no solo que la elección era errada y que la canción es una de las peores que jamás se hayan seleccionado para actuar en este concurso, a todas luces enmohecido y rancio. Además, evidencia una realidad irrefutable y que quedó patente con las votaciones del jurado y, aún más relevante, con las del voto popular de toda Europa: ninguna mujer debe permitir que la llamen «zorra», sea en el contexto que sea.
Estas hordas de modernismo y nuevo feminismo, sobre el que se sustentaba la elección de Nebulossa para representar a España en Eurovisión, deberían plantearse el revolcón de la bochornosa representación nacional como lo que es, un bofetón europeo a la inmadurez de un movimiento que cree que insultar a una mujer, puede tomarse como una reivindicación a su vida sexual.
Lejos quedan aquellos años, cuando la democracia estaba en pañales y emergíamos como sociedad del oscurantismo más cruel del franquismo, y las tachuelas y los pelos de colores representaban el sentimiento de libertad de toda una generación, dispuesta a dejar atrás una de las épocas más terribles de España. Momento en el que las Vulpes entonaban aquel legendario «Me gusta ser una zorra...». La canción era igual de mala, pero tenía razón de ser. En el hecho que nos ocupa, la intranscendente irrupción de Nebulossa no tiene nada que ver con el feminismo ni con la reivindicación de la libertad sexual de las mujeres. Dos elementos sumamente necesarios en nuestra sociedad y que se están alcanzando, sin necesidad de insultar a la mujer y aplaudirlo como monos de feria, para no ser considerados retrógrados, misóginos y toda esa serie de adjetivos, con los que los defensores de engendros como esta canción califican a todo aquel que no comulga con su denigrante forma de defender los valores y derechos de la mujer.
Las pescadoras de la albufera, las mujeres que alcanzan puestos de prestigio en sus empresas, las niñas que obtienen extraordinarias cotas deportivas gracias a su esfuerzo, las que toman puestos de trabajo que la historia parecía atribuir al sector masculino o cualquier otra mujer que, desde la silenciosa humildad de la individualidad, ha luchado desde niña por reivindicar al sector femenino y bregar por sus derechos, difícilmente puede sentirse identificada con una canción en la que un adjetivo que puede llevar a una denuncia en caso de ser declamado por un varón, dicen que cobra tintes reivindicativos, por el hecho de ser «cantado» por una mujer.
Otro día hablaremos de la máxima votación a Israel por parte del público español. Y es que el discurso radical, preñado de tópicos por parte de ciertos «modernos», comienza a aburrir y a no engañar a nadie.
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