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Este verano ya ido, de entre la ingente suma de polémicas que ha vivido por el mero hecho de tener de qué hablar, ha habido dos que me han llamado la atención por el carácter opuesto sobre un mismo tema: las tetas. Mientras que por ... una parte se defiende a Eva Amaral por exponerlas de forma reivindicativa en un concierto, por otra se criticó a todas las mujeres que se las mostraron desde el público, algunas con mensajes escritos en el escote, a Tommy Lee, durante el último concierto de Motley Crüe en Rivas-Vaciamadrid, después de que el baterista lo solicitara desde el escenario al grito de «more tetas». Concierto en el que el susodicho grupo tocó junto a Def Leppard y al que asistí.
Que hoy día, con la libertad de la que disponemos, que las tetas de las mujeres, ya sean tersas y juveniles o maduras y decadentes, provoquen este tipo de desencuentros –incluyendo esta columna– dice muy poco de nosotros como sociedad y de nuestra madurez.
Que las mujeres hagan con sus tetas lo que les dé la gana.
Hace ya mucho, pero mucho tiempo, que el pecho de una mujer no debería ser motivo de debate ni por exposición ni por significado, más allá del buen gusto o no a la hora de exhibirlo en uno u otro lugar. Creo que a nadie le pasa desapercibido que no es del todo correcto que un hombre o mujer entre sin camiseta a un restaurante o pasee por la calle con el torso desnudo. Pero, más allá de eso, el simple hecho de criticar a una mujer por mostrar sus atributos o emplear esas mismas tetas como elemento reivindicativo me parece de otra época. De esos tiempos en los que la mujer estaba obligada a desnudarse únicamente en las películas de Esteso y Pajares, pasábamos horas frente a la televisión esperando el ansiado anuncio de Fa o teníamos en Samantha Fox la inspiración de todos nuestros rijosos sueños de pubescencia.
Todo eso, afortunadamente, ha quedado atrás. Aunque por momentos parece que lo hayamos olvidado. ¿O quizá se esté empleando este tema para espurios motivos comerciales de un lado u otro? Eso sí que resultaría triste, tanto para los que promueven este tipo de reivindicaciones como para los que las censuran. Utilizar el cuerpo de una mujer como ataque al contrario, más allá de lo que la poseedora de dichos atributos desee, no es lícito y sí muy mezquino.
A mí, personalmente, más allá de lo agradable o no que me resulte observar el pecho de una mujer por las connotaciones sexuales que, y esto no es rebatible, jamás se van a perder, me importa muy poco si Eva Amaral o las 'groupies' de Motley Crüe enseñan sus pechos, un bocadillo de panceta o una llave inglesa. Uno de mis guitarristas favoritos, Phil Collen, lo lleva haciendo treinta años y nunca ha levantado esta polvareda. Puede que no hayamos avanzado en este tema tanto como creemos, más aún cuando son las mismas personas las que critican o defienden la exhibición femenina dependiendo de quién lo haga y de qué manera.
Dejemos que las mujeres hagan lo que quieran con sus tetas, que para eso son suyas.
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