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Ya en su momento, que se pusiera de nombre de la principal fuente de cultura de La Rioja, el de una escritora cuya vinculación con esta tierra puede tildarse de anecdótica, fue precipitado y poco acertado. No seré yo quien niegue a la malograda autora ... de muy buenas novelas como Castillos de cartón o Las edades de Lulú, su notable nivel como escritora. Aunque, también es cierto, no era dueña de la excelencia con la que una muerte temprana parece revestir a todo autor de nivel. Como creo que es el caso que nos ocupa y que terminó por contagiar a un gobierno que no acertó ni en los tiempos ni en la elección.
Sea como fuere, aquella veloz asignación, promovida por el auge de homenajes por todo el territorio nacional, no hizo sino menoscabar el legado de muchos autores riojanos o vinculados a La Rioja que si en algún momento se decidiera —desacertadamente a mi parecer— individualizar el nombre de la biblioteca de La Rioja, merecerían ese privilegio por delante de Almudena Grandes. Y que no sirva esta columna como agravio a ella y a su obra, que considero en casi toda su amplitud de recomendada lectura. Sino como –llámenlo pataleta si así lo desean– reivindicación de muchos de los autores que han nacido, crecido o bebido de La Rioja, para fortalecer y hacer crecer la historia literaria de esta simpar tierra.
Ana María Matute, Carjosán, María de la O Lejárraga, Armando Buscarini, Luis García Lecha... la lista de autores que merecerían ese homenaje por encima del que quiere retirarse es enorme y más acertada. Escritores que han dejado impronta de su calidad y buen hacer en el legado de La Rioja desde hace muchos años en algunos casos, algunos menos en otros, pero siempre con la pasión de saberse de esta tierra o escribir sobre ella con entusiasmo.
Y, aun así, lo más correcto es dejar la nomenclatura que ha tenido históricamente, la de Biblioteca Pública de La Rioja. En ese nombre, bajo ese sencillo título, la biblioteca nos abarca a todos. Poco importa el sexo, la edad, las orientaciones culturales y, ante todo, la vertiente política que uno ostente con mayor o menor tino.
Una biblioteca está y debe estar abierta a todas las corrientes y opiniones posibles, y debe contener en sus inmensos anaqueles todos los puntos de vista, historias, lágrimas y carcajadas, aciertos y yerros, de todos aquellos libros que tengan calidad como para pasar a formar parte de sus estantes, sin importar lo más mínimo la inclinación de la pluma al escribirlos. El hecho de que se valore por parte del gobierno actual derogar el nombre que actualmente ostenta, para volver a denominarla como se la conocía antes de bautizarla como «Almudena Grandes» es un acierto. Hay mil formas de honrar y homenajear a cualquier artista, sin importar la disciplina, el sentido de su obra o las opiniones del creador en sí; pero de ahí a imponer su nombre en un bien general como lo es la biblioteca principal de La Rioja es un error cuya enmienda no solo es posible, sino necesaria.
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