Secciones
Servicios
Destacamos
Cuánto vale el aliento de un miserable? ¿Cuál es el precio del latido de un asesino?
Hace dos años, en una onomástica que en La Rioja jamás será olvidada, se perpetró uno de los crímenes más atroces y miserables que se hayan conocido en España. ... Un monstruo metamorfoseado en hombre de aspecto enteco y pusilánime, arrebató la vida de un niño, de Álex, después de haberle ultrajado. Sumando el asesinato del pequeño que ha pasado a formar parte del latido de todos los riojanos, a la lista de atrocidades que ya se había cobrado una vida años atrás, cuando su miserabilidad hizo que asesinara a María del Carmen López Guergué, tras pergeñar un sórdido plan en el que la inocente inmobiliaria cayó.
¿Cómo un depravado así puede regresar a la calle? ¿Cómo pudo estar limpiando el laboratorio en el que yo trabajo sin que supiéramos con quién tomábamos café, conversábamos y trabajábamos cada día? ¿Merece un monstruo así seguir disfrutando de la visión de un cielo cuyas estrellas dos personas como María del Carmen y el pequeño Álex ya no podrán contemplar? Que no me pregunten, mi respuesta es obvia.
La bonhomía humana, la sensación de que todos tenemos opción de mejora y arrepentimiento, cientos de películas y monsergas sobre fallos en la meca de la pena capital que es EE UU, nos han hecho creer que existe cierto margen a la esperanza en todo ser humano. Pero no es así. Existen monstruos –me niego a calificar a alguien como Francisco Javier Almeida como ser humano–, que traspasan de una forma tan mezquina y fehaciente los límites de la maldad que no tienen sitio en esta sociedad, sea libres o encerrados. El mero hecho de pensar que los impuestos de los familiares de sus dos víctimas sirven para pagarle las comidas diarias y la calefacción en invierno, resalta el hecho de que algo no funciona en nuestra sociedad cuando, por muy privado de libertad que esté, el miserable es mantenido por aquellos a los que sumió en un anodino trajín de días, semanas, años... en los que solo la añoranza mantiene en algo parecido a la vida. Hay seres que no solo no aportan nada a la sociedad sino que, además, su aborrecible contribución a la misma sirve únicamente para extender la gangrena de lo mezquino; esa que corrompe desde dentro y deja un poso de bilis correosa en cada uno de los capítulos que continúan en nuestra historia a los hechos que perpetraron. Seres cuya culpabilidad está tan fuera de toda duda como su inhumanidad, y cuyo final debería estar condicionado al que ellos mismos provocaron a sus víctimas.
Sé de lo duro de mis palabras, soy consciente de ello. Pero, si a mí que me engañó durante un año y medio, en el que le creí humano, me cambió en mi percepción de todo cuanto me rodea y el modo en que desconfío en todo lo que afecta a mis hijos, no quiero ni imaginar en lo que hizo con la familia de Álex, y anteriormente de María del Carmen.
Sí, abogo por lo innombrable. Y no me sonrojo ni tiemblo al hacerlo, porque poner fin a las correrías de un monstruo, no es ningún crimen. Lo que él hizo, sí.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.