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Voy a fingir por un momento que no tengo opinión sobre el particular. Es decir, que me da igual que los bares estén más o menos restringidos en la situación que vivimos. Es un pedazo de debate, con más derivadas que un libro de álgebra, ... pero por hoy lo dejaremos correr.
Lo que hoy me interesa es el criterio. O el cambio de criterio. O, me temo, la falta de criterio. Veamos. El día 1 de septiembre, el Gobierno de La Rioja lanzó una serie de medidas restrictivas de casi todo porque, se suponía, el virus se nos come. Entre ellas, que dentro de los bares y restaurantes solo podía haber 30 personas máximo. El día 7 de septiembre, el Gobierno de La Rioja levantó esa restricción. Del todo. Sin más limitación de aforo que la famosa distancia, el metro y medio más difícil de medir del mundo.
Es evidente que entre el 1 y el 7 de septiembre no hubo tiempo a que la medida funcionara. Y el virus no se había ido, más bien lo contrario. O sea, que lo que se vio imprescindible el 1 dejó de serlo el 7.
¿Por qué? Pues por nada sólido, a tenor de lo que van diciendo quienes nos gobiernan. La epidemia, repito, era la misma el 1 que el 7. De hecho, ese mismo 7 se confinó una población de 9.500 habitantes por primera vez en toda la pandemia. O sea, que bien no nos iba.
Y ahí voy: qué criterio, qué razones. Si el 1 era lo razonable, el 7 es una locura. Si el 7 vale, el 1 era una barbaridad. Y entre tanto golpe de barco, uno se pregunta quién está al timón.
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