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«Es un error grave mirar al pasado con los ojos del presente»
Arturo Pérez-Reverte
No es muy conocido el negro capítulo que el ilustrado riojano Zenón de Somodevilla, I Marqués de la Ensenada, protagonizó en pos del exterminio del pueblo gitano ... . No son loables -desde luego- ni sus políticas ni sus propósitos, que desembocaron en la Gran Redada de 1749, pero sería desde todo punto incongruente juzgar su legado con los estándares del siglo XXI. Sin ir más lejos, Napoleón protagonizó una ardorosa represión contra los gitanos y otras minorías y, sin embargo, muchas ciudades francesas le rinden tributo con sus respectivas estatuas estatuas. ¿Volamos con explosivos el Panteón parisino?
Era también costumbre que en tiempos de Roma fueran los cristianos arrojados a los leones, para solaz de la plebe. Siglos y siglos más tarde, la tradición -por suerte- no se mantiene, pero tampoco se exige voz en grito derruir el Coliseo o cualquier otro monumento romano levantado en Europa, África o Asia. Lo mismo ocurre con la Inquisición, con inhumanos reyes medievales o con legendarios héroes que levantaron su honor a sangre y fuego.
Ocurre, sin embargo, que a veces salta la chispa de la descontextualización histórica, prendida por intereses ideológicos, políticos y, a veces, espurios, y se reclama sin ambages eliminar las estatuas de Ensenada, Colón, Espartero...
Si midiéramos a cada personaje o institución de siglos anteriores con el baremo actual y reclamáramos al albur la erradicación de su memoria colectiva, tengan por seguro que ningún vestigio sería digno de permanecer en la tierra.
Ninguno.
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