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El ensañamiento de Putin

La desalmada actitud del Kremlin obliga a acoger con escepticismo el pacto sobre corredores humanitarios, impracticable sin un alto el fuego

Viernes, 4 de marzo 2022, 01:00

Los bombardeos de la Rusia de Putin contra Ucrania han causado por ahora la muerte de al menos 2.000 civiles. Dos millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares; de ellas, la mitad ha huido a otros países en busca de ... refugio. La cifra de desplazados aumenta de forma vertiginosa, mientras los ciudadanos que permanecen en su territorio están sometidos a una pavorosa ofensiva. A la escasez general de alimentos y de artículos sanitarios se suma en algunos casos la falta de agua corriente y del combustible necesario en las casas. El hecho de que la población tenga que guarecerse durante horas cada día en sótanos a modo de improvisados refugios y en estaciones de metro incrementa su padecimiento. Especialmente cuando se trata de personas hospitalizadas y de mujeres que encuentran en tan duras condiciones el modo de dar a luz con mínimas garantías. Nunca ha estado en el ánimo de Vladímir Putin preservar la vida y la seguridad de los civiles ucranianos. Todo lo contrario: los más indefensos son el objetivo central de sus planes porque es atemorizando al conjunto del país como pretende hacerse con él. Es acercando la muerte a los civiles como cree poder conseguirlo. Vaciando ciudades y pueblos por temor a los bombardeos y a la incursión de tropas de dudosa conducta. Empujando a abandonar su tierra a un número creciente de mujeres, niños y hombres sin capacidad de combate. Convirtiendo a los refugiados en un arma más de presión contra las democracias que lindan con Ucrania. Separar familias a la fuerza, dividir a la gente entre los que se quedan y los que se van, desarraigar a los más jóvenes, estresar vecindarios... La invasión trata de negar que los ucranianos puedan ser europeos de pleno derecho. Su expulsión del país lleva implícito el mensaje de que solo podrán serlo si emprenden un éxodo sin esperanzas de retorno. El Ministerio de Defensa ruso tuvo el sádico cinismo de anunciar «una catástrofe humanitaria inminente» en las ciudades objetivo prioritario de sus planes, como Jersón, Mariúpol, Járkov y Kiev. El desalmado proceder del Kremlin, falaz en sus intenciones y engañoso con sus promesas, fuerza a acoger con escepticismo los acuerdos alcanzados en las negociaciones reanudadas ayer, que según la parte ucraniana contemplarían establecer corredores humanitarios para la evacuación y la entrega de alimentos y medicinas, y serían impracticables sin un alto el fuego que atenúe el horror.

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