Las imágenes de la horda que la tarde del 6 enero, arengada a la sedición desde la presidencia de la democracia más poderosa del planeta, invadían fácilmente el Capitolio en un momento histórico de cambio presidencial, serán difíciles de olvidar; su impacto es similar al ... atentado a las torres gemelas en Nueva York aquel aciago septiembre de 2001. El mundo parecía derrumbarse por segunda vez ante nuestros ojos.
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Desde la elección de Trump, el sueño americano se convirtió en una pesadilla encarnada en un presidente tóxico, revitalizador de viejas heridas norteamericanas: la supremacía blanca versus lo multirracial, la fuerza de las armas, la mentira o el fundamentalismo religioso; un cóctel explosivo en manos de un ególatra usuario de la comunicación digital del siglo XXI que, finalmente, censuró su vociferante agonía. Se recordará como presidente autoritario, influyente, cínico y predicador de la mentira, protagonista de desplantes y desaguisados internacionales, así como factor de una sociedad polarizada, un clima enrarecido con alarmante aumento de las milicias armadas y la tenencia de armas (63% más en 2020 respecto a 2019). Pero también por la irracional gestión de la amenaza sanitaria del COVID-19 despreciando sus consecuencias (400.000 fallecidos en un año, 23 millones de contagiados) y a la ciencia versus la economía; el resultado es un país devastado por una pandemia galopante controlada irregularmente. Un presidente que ha activado en los últimos 6 meses la ejecución de 13 penas de muerte (6 desde la victoria de Biden, incluida por primera vez en 70 años una mujer con dudosa salud mental) batiendo el récord de 1896. A pesar de sus maniobras, Trump es un perdedor en la historia de un gran país demócrata, aunque su sombra sea larga y las consecuencias amargas.
Cercano el 20 de enero, la esperanza de la democracia internacional se posa en Joe Biden, un maduro presidente demócrata con imagen y evidencias de moderación y talante unificador que marca paso desde el fatídico 6 de enero. El camino no será fácil, pero sus medidas urgentes frente a la pandemia aúnan ejemplo preventivo, educación, economía, empatía y confianza en la mano de Ron Klain coordinador de la eficaz respuesta al virus del ébola en 2014; las medidas económicas de rescate y de renovación democrática, así como las llamadas a la unidad de la nación, alimentan la idea de progreso. La lección ante a la egolatría y arrogancia es clara; esta vez, quizás, haya podido frenarse.
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