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La renuencia mostrada por Pablo Casado a que Vox entre en el Gobierno de Castilla y León contrasta con la insistencia del partido de Santiago Abascal en exponer su «derecho y el deber» a formar parte del nuevo Ejecutivo. La apelación del líder popular a ... los «principios» de su formación y la rotundidad de Fernández Mañueco no solo anuncian la dilación de las conversaciones para la investidura. Presentan, además, las relaciones entre ambas fuerzas como clave de lo que vaya a ocurrir en la política española inmediata. La respuesta evasiva de Casado al envite de Sánchez, que le instaba a decidir ya entre gobernar con Vox o no hacerlo en ninguna institución, demuestra que el PP no quiere despejar ahora esa incógnita y que tampoco está en las mejores condiciones para afrontar el debate interno. Las alianzas de gobierno son siempre dificultosas, por más necesarias que resulten. Pero coaligarse con quien aspira a hegemonizar el espacio político del partido que ha ganado en las urnas entraña muy serios riesgos. Sobre todo, si el socio es una formación populista y radical, con postulados incompatibles con los vigentes en Europa.
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