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Transcurren serenos estos días de retiro en casa; no salgo más que para recoger el pan nuestro de cada día y el cuarto kilo de prensa, que así denominan en mi pueblo a esas dos actividades tan cotidianas. Un disgustillo he tenido nada más en ... la jornada del sábado pasado, fecha en la que, después de almorzar, la cuadrilla abrió la plica que contenía los votos emitidos por el jurado acerca de los poemas compuestos y entregados días antes. Hace seis años que no celebrábamos el concurso, y he vuelto a quedar el último.
Creo que alguna vez les he contado que este certamen lo idearon las damas de la cuadrilla y ahora han vuelto a resucitarlo para entretener la pandemia actual. La verdad es que soy negado para esto de la poesía, que me parece más bien una pérdida de tiempo; únicamente se salvan, en mi opinión, algunos de los textos de Manolo Escobar, sobre todo el de 'Mi carro'. El caso es que todavía ignoro por qué me ganan siempre de calle incluso dos licenciadas en Matemáticas, un aparejador y un montador de calefacciones.
El jurado lo componen siempre seis miembros, que este año habían propuesto como tipo de composición un soneto. Hube de consultar un diccionario para enterarme de qué significaba ese palabro y no me han propuesto nada más difícil en la vida. Miren ustedes lo que me ha salido, referido a mi chica, claro, porque nunca se me ocurre otro tema: «Eres más bella que la luna;/ eres más hermosa que el sol;/ eres tú, oh, reina mora/, más guapa que un camión». No les extrañe a ustedes la comparación con esa clase de transporte porque yo vivo en un barrio a las afueras de mi pueblo y he pasado muchas horas muertas admirando a los camiones que llegaban a las fábricas de Muebles Salcedo y Galletas Marbú, que viven a escasos metros de mi casa.
Pues los del jurado van y me dicen que eso no es un soneto. Menos mal que mi Maite me ha animado diciéndome que los versos le han gustado mucho y que la comparación con esa máquina es muy vanguardista. No he comprendido muy bien qué significa ese adjetivo, pero el ánimo de mi vitoriana me ha convencido para presentarme a algún premio importante de poesía, llevármelo y convencer a los de mi peña de que ha llegado la hora de que me coronen como el primer vate –creo que se dice así– de mi cuadrilla.
Entretengo las horas leyendo el libro 'Nuestra cocina', de José Sarrau, 4ª edición, 1955, que he adquirido en Estella en un almacén atiborrado de ropa y muebles; tiene 1.589 páginas, más los índices. Hoy sábado me toca cocinar migas de pastor y rancho mil chorras; otro día les ofreceré la receta. Aquí, con mi chica: mi encantavirus.
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