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En el bien nutrido archivo fotográfico de Diario LA RIOJA apenas hay alguna imagen en blanco y negro de Alfonso Lanza Gómez (Santander 1922; Logroño, 2022), que fallecía el pasado domingo. No hay fotos, aunque se trate de uno de los empresarios más trascendentes de ... La Rioja de la segunda mitad del pasado siglo, porque eligió hacer de la discreción uno de los denominadores comunes de sus casi cien años de vida. Y esa discreción la aliñó con una extraordinaria visión de futuro, una elevada capacidad para el trabajo y una acendrada seriedad que, ahora, permiten escribir de él (aunque leer esto le torcería el gesto en desaprobación), sin temor a la hipérbole, que fue una persona ejemplar. Ejemplar en el ámbito privado y otro tanto en su actividad pública, si por tal entendemos las iniciativas empresariales a las que se entregó sin ahorrar esfuerzo ni tiempo.
Fue empresario de los capaces de convertir un sueño en realidad y un pequeño taller en una multinacional. Y un hombre con una inagotable ambición: crear puestos de trabajo en su tierra. Porque aunque era cántabro de cuna, Logroño le atrapó al poco de aterrizar, en 1949, como oficial e instructor de aquella Maestranza Aérea de Recajo donde se formaron laboralmente algunas generaciones de profesionales riojanos. Robándose tiempo para compaginar las obligaciones castrenses con sus primeros pasos empresariales, de sus experiencias y de una estrecha relación de amistad e inquietudes compartidas con su compañero de uniforme Eduardo Bustamante, surgió en 1965 Permolca. Un proyecto dedicado a la producción de perfiles de caucho de aislamiento de automóviles que creció hasta convertirse en un referente laboral y social de Logroño. En 2012, fue adquirida por la multinacional turca Standard Profil, pero las inquietudes de Alfonso Lanza (y su inseparable Eduardo Bustamante) ya habían cuajado en lo que hoy es CMP Automotive Group, del que las familias de ambos siguen hoy formando parte activa. CMP es hoy una multinacional con capital y dirección riojanos, que está presente en cuatro continentes, con doce plantas de producción y cinco centros técnicos. El sueño extremo de aquel militar con alma de emprendedor.
Alfonso Lanza tuvo una única incursión en la actividad pública en la que desembarcó, seguramente, impulsado por su leal sentido de la amistad. No pudo negarse a su amigo José María Gil-Albert, hombre fuerte de UCD en la Transición española, cuando le pidió que atendiera la presidencia de la extinta Caja Provincial de Ahorros de Logroño. Apostó por un equipo ejecutivo joven para modernizar la institución y debió hacerlo con tino, pues volvió a recibir el encargo, esta vez desde un Gobierno socialista, de seguir al frente de la entidad.
No buscó reconocimientos ni halagos. Y es seguro que recibió menos de los merecidos. Pero quienes le conocieron saben que tampoco los echó de memos. Bastante tuvo con ver la cosecha de su trabajo y los miles de empleos que generaron sus empresas; y, sobre todo, con sentir el calor de su familia: de la que fue su esposa Amelia y sus hijos, sus nietos y bisnietos que el domingo le acompañaban cuando partió para siempre, y como siempre: discreto y como sin querer ni molestar.
Alfonso Lanza Gómez falleció en Logroño el pasado domingo a los 99 años.
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