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La reforma laboral de 2012, cuyo futuro se debate en la mesa del Gobierno y los agentes sociales, ha sido desde la cuna un poliedro de infinitas caras. Tantas que tras una década en vigor no ha conseguido apenas consenso entre empleadores y asalariados. Los ... análisis, por más objetivos que se pretendan, resultan contradictorios. Es cierto que desde 2012 se ha creado empleo y que la tasa de paro ha descendido notablemente. Pero es igualmente inobjetable que esa tasa sigue siendo muy superior a la del resto de la UE. En el caso de La Rioja, por ejemplo, que hoy se analiza en estas páginas, la reforma se traduce en un descenso de las cifras del paro y en un aumento de la ocupación; en diez años se han generado 11.700 empleos y la región ha pasado de contar 121.249 afiliados a la Seguridad Social a tener 132.954. Pero, como en el resto del país, esa fecundidad ha estado oscurecida por la sombra de una mayor precariedad. Una temporalidad exageradamente elevada que asusta a las autoridades europeas y que se ha cebado especialmente en las mujeres riojanas. Hoy, una de cada cuatro trabajadoras tiene un contrato de duración determinada.
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