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Palestina tiene una superficie de 6.165 kilómetros cuadrados (5.800 Cisjordania, 365 Gaza, más Jerusalén este, La Rioja 5.003). Desde el 7 de octubre, y con el argumento de eliminar a los terroristas de Hamas, se destruye Gaza. Más de 35.000 muertos, ... casi la mitad niños. Mientras las miradas se dirigen hacia allí, se arrancan olivos en Cisjordania.
«El Gobierno declara estatales un número de hectáreas sin parangón desde los años noventa, mientras que el ultraderechista ministro de Finanzas legaliza por la puerta trasera más de 60 colonias y en las colinas aparecen 15 nuevas» (El País, 15 de mayo de 2024). Desde 1967, las autoridades israelíes han arrancado un millón de olivos en Palestina, donde la mitad de la tierra cultivada esta plantada de olivos. El año 2000 había 93.643 hectáreas y 54.091 el 2022 (en La Rioja 5.756).
¿Por qué arrancan, los colonos y el ejército israelí, los olivos de los palestinos? Razones de seguridad, dicen. Pienso que son otras las razones.
Primera: ocupar las tierras de los palestinos porque la legislación israelí permite que el Estado se apropie de las tierras «abandonadas» durante más de tres años o por seguridad. Con los olivos se arranca también la protección jurídica de la tierra y si además, se limita el acceso a ellas, se justifica su robo y el asentamiento de colonos.
Segunda: al arrancar los olivos se socava una base de subsistencia. Más de diez mil familias dependen de su producción, apenas nueve kilos por árbol (dos litros de aceite que es poco, pero que es todo donde no hay nada) porque estos olivos están en el duro secano. Las tierras de regadío han sido ocupadas y los palestinos tienen restringido el acceso al agua. La ocupación de las tierras, la destrucción de olivos e impedir que llegue la ayuda humanitaria conlleva escasez, aumento de precios... hambre. En julio, la mitad de la población de Gaza, 1,1 millones de personas, estará en la fase 5 de hambruna, «catástrofe» la llaman, y el 38% en el nivel 4, «emergencia». Cuando el hambre y el acceso al agua son armas contra la población, no hay guerra, hay genocidio.
Tercera: al quemar los olivos quieren borrar la identidad del pueblo palestino que ha hecho de este árbol un símbolo de su cultura y de su resistencia. Por esto los arrancan y juegan con las palabras: para no decir Palestina, ni Gaza, ni Cisjordania... nos hablan de Samaria, de Judea... y a los palestinos los llaman «árabes de los territorios».
Yaser Arafat lo dijo en su discurso en Naciones Unidas el 13 de noviembre de 1974, «su terrorismo se alimenta de odio y ese odio se dirigió incluso contra el olivo en mi país, que ha sido un símbolo de orgullo (...) Hoy he venido portando una rama de olivo en una mano y el arma de un luchador por la libertad en la otra. No dejen que caiga de mi mano el ramo de olivo. Repito: no dejen que caiga de mi mano la rama de olivo. La guerra estalla en Palestina, pero es en Palestina donde nacerá la paz».
Plantar un olivo en «el bosque de las civilizaciones» es un símbolo frente a este genocidio, un pequeño gesto, pero necesario, como el sumud, el arraigo firme y paciente de los palestinos a su tierra, como los olivos. Como lo es la acampada en el campus de la Universidad de La Rioja que llevan a cabo estudiantes y profesores.
¿Por qué los gobiernos e instituciones como la Universidad, no hacen un gesto de apoyo a los palestinos? Algo sencillo: embargo de armas, sanciones económicas, ruptura de relaciones diplomáticas, reconocimiento del Estado Palestino, conservar la memoria, ayuda alimentaria...
Yo estuve en el campus e iré mañana al Ateneo portando también una rama de olivo y un «arma».
Cuando era niño, un día, al salir de la escuela fui con mi padre a llevar basura al olivar. Cargábamos el carro en el basurero que había detrás de la iglesia. Mientras mi padre tiraba la basura alrededor de los troncos (todavía veo allí trozos de loza, frascos, tapones de rosca...) yo sujetaba del ramal al macho tordo o lo dejaba ir renque adelante cuando me decía mi padre. Allí encontré este trozo de raíz con forma de L, lo pelé y me hice una pistola de fantasía con la que entretener la descarga.
Hoy, más de medio siglo después, donde estaba aquel basurero hay un jardín, un hogar del jubilado y un parque en el que juegan los niños y esta raíz de olivo, que me acompaña desde entonces, es ahora, en mi imaginación, más cachava que pistola.
Pero todavía soy aquel niño que sueña con un mundo feliz mientras juega entre olivos en el olivar de Alcanadre o de Palestina y por ese sueño estoy donde ahora hay que estar para parar este genocidio. Como ustedes pueden estar con nosotros y con los palestinos mañana, martes 4 de junio, por la tarde en el Ateneo porque, como dijo YanisVaroufakis en el Congreso sobre palestina suspendido en Berlín el día 12 de abril de 2014, «los Derechos Humanos Universales o son universales o no son nada».
(El Ateneo Riojano organizó el día 9 de mayo la plantación de 'un olivo por Palestina' en el Bosque de las Civilizaciones y la conferencia «Palestinos altivos, decidme en el alma ¿quién, quién arrancó los olivos?» que algunos no pudieron escuchar al completarse el aforo. Este martes 4 de junio, a las siete y media de la tarde tendrá otra oportunidad).
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