Emergencia institucional
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Carlos Lesmes amagó este miércoles con dimitir ante la probabilidad de que Sánchez, Feijóo y un nutrido grupo de magistrados sigan a lo suyoEl presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes, se dirigió este miércoles a Pedro Sánchez y a Alberto Núñez Feijóo instándoles, en presencia del Rey Felipe VI, a que se reúnan con urgencia para desencallar la renovación de los ... órganos constitucionales en lo que depende del Parlamento, dado que ostentan la mayoría cualificada requerida para ello. Fue la cuarta ocasión en la que Lesmes ha reclamado ese pacto transversal estando él mismo en funciones. Aunque la interpelación de ayer resultó tan directa –después de la confrontación de víspera en el Senado de ambos líderes–, y situó tan cerca la eventualidad de su propia dimisión, que solo una arrogancia partidista llevada al límite, en la creencia de que el mantenimiento del pulso que se libra decantará la orientación política del país para muchos años, podría explicar la perpetuación de la crisis. Siempre al coste de un desgaste institucional que afecta al núcleo mismo del Estado de Derecho.
En la pugna que mantienen los dos principales partidos del país, es la vertiente que se desploma más a espaldas del sentir ciudadano. Una cuita ensimismada que aparenta ser poco menos que cortesana, y que lleva tiempo afectando al funcionamiento de la Justicia y al crédito de su administración. Pero aunque Carlos Lesmes tenga todos los motivos para requerir el acuerdo al respecto entre el PSOE y el PP, incluso en ese orden, sería engañoso dibujar el panorama como resultado de una excesiva politización de las instancias constitucionales entre izquierda y derecha siguiendo instrucciones de ambos partidos. Cuando estos obedecen en parte a pulsiones que socialistas y populares pudieron alentar hace años en la Judicatura, pero que hoy presentan dinámicas propias, reacias al entendimiento entre el PP de Núñez Feijóo y el PSOE de Sánchez en la materia. Como si de facto cualquier cenáculo pudiera erigirse en la encarnación del cambio normativo que –atendiendo también a las indicaciones de la UE– ponga el gobierno de la justicia en manos de los jueces antes de que así lo determinen las Cortes Generales. Carlos Lesmes amagó ayer con dimitir, conteniéndose ante tal posibilidad para preservar la estabilidad institucional de España. Pero puede que tanto los encelados en la disputa de un poder político que perdure más allá del Parlamento como las derivas en la Judicatura no le dejen más remedio que hacer efectivas sus insinuaciones, cuando el Constitucional está en riesgo de acabar en entredicho por todas partes.
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