Emergencia económica
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La crisis desatada por la guerra exigirá sacrificios tras quedar exhaustas las arcas públicas en la lucha contra la covidCuando el presidente Pedro Sánchez, propenso al optimismo incluso en los escenarios más adversos, anuncia «tiempos duros» para la economía por la guerra en Ucrania, pocos indicios más hacen falta para alertar sobre la magnitud de la nueva crisis a la que se enfrenta el ... país. Con el agravante de que las heridas causadas por la pandemia siguen sin cicatrizar del todo. Las previsiones del Gobierno y de los principales organismos internacionales han sido hechas añicos por los efectos de un conflicto bélico de duración impredecible que ha tensionado hasta extremos desconocidos el precio de la energía y las materias primas, así como el abastecimiento de otros productos de primera necesidad. A la espera de la llegada del próximo recibo de la luz y del gas, el desorbitado encarecimiento de los carburantes y de alimentos básicos es solo la primera consecuencia en la cesta de la compra de la invasión rusa. Una convulsa situación que probablemente se extenderá meses y que abre una etapa en la que las únicas certidumbres son las serias dificultades a las que se verán sometidas a corto plazo las familias y las empresas, especialmente las más vulnerables.
La inflación cerró febrero en el 7,6%, el nivel más alto en 35 años. Pese a ello, apenas refleja el impacto de la operación militar del Kremlin, que ha desatado tal avalancha de subidas que se da por segura su escalada por encima del 10% a corto plazo, sin que sea presumible un ascenso equivalente de los salarios. Al lastre que un IPC fuera de control supone para el consumo –el pilar esencial de la reactivación– se le suma la parada de la producción que compañías de diversos sectores ya han anunciado o se plantean por unos inasumibles costes energéticos. Todo ello, junto a un presumible frenazo del turismo y la inversión, penalizará el empleo y dibuja una emergencia económica cuyo final no será indoloro ni rápido.
No es momento de demagogias ni evasivas, sino de encarar con urgencia y decisión una aguda crisis que exigirá sacrificios y renuncias. Bueno es que la ciudadanía se conciencie cuanto antes de ello. Mejor sería aún contar con una hoja de ruta para salir de este atolladero que concite el máximo consenso político y de los agentes sociales. Se trata de un desafío mayúsculo que presenta una dificultad añadida: las arcas públicas están casi sin margen para medidas paliativas que engrosen una deuda y un déficit disparados tras el excepcional esfuerzo para combatir la covid.
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