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Vuela. Se pierde. Se pasa. Se escapa entre los dedos. Se echa en falta. Se mide. Se tiene o no se tiene. Avanza. Lo destruye ... todo. Todo lo cura. Se gana. Se malgasta. Se aprovecha. Se estira. Pero no se detiene.
No se detiene hasta que se acaba.
Este año, en el Festival de narrativas Cuéntalo, se habló del tiempo.
En la literatura y en el arte, como en la vida, el tiempo es un misterio inescrutable. Es, también, inevitablemente, el tema que subyace detrás de todas las historias que contamos. Antonio Muñoz Molina, en su conversación con Azahara Alonso, afirmó que, aparte de las palabras, el tiempo es la materia prima de la literatura. Todas las novelas hablan del tiempo, dijo esa noche en un auditorio a rebosar, todos los libros tratan del tiempo que nos hace y nos deshace.
En la literatura y en el arte, como en la vida, dependemos del tiempo. Pero, en la literatura y en el arte, al contrario que en la vida, a veces podemos domarlo. Hacer que un minuto dure más de mil páginas o que transcurran cien años en una sola frase es el juego infinito de quienes escribimos; pero además, aunque sea de otra manera, también como lectoras y lectores somos dueños del tiempo. Está, literalmente, en nuestras manos. Por eso podemos revivir a Patroclo y a Aquiles, y despedirnos una y otra vez de Don Quijote, y volver a entrar, siempre que queramos, en 'Cumbres borrascosas' y en 'Howards End'... hasta podemos parar el tiempo si ya estamos hartos o hacer eternos en un instante a sus protagonistas solo con cerrar el libro que estamos leyendo.
Autoras y autores como Elvira Navarro, Miguel Ángel Hernández, Aixa de la Cruz, Roque Larraquy... matemáticos como Eduardo Sáenz de Cabezón, músicos como los componentes de Egon Soda, artistas como Cristina Daura o actores y actrices como Xavier Bobés y Violeta Gil llenaron noviembre de historias, compartieron conversaciones, talleres, espectáculos y hablaron del tiempo. Largo y tendido hablaron. De robarle tiempo al tiempo, de las trampas que nos pone, del miedo que nos da, hasta de cómo nos afecta el otro, el atmosférico, a la hora de escribir o de crear...
En la literatura el tiempo es elástico. En la vida, implacable. Confiamos en él, eso sí, para que amortigüe los golpes y nos haga olvidar lo que nos duele, y luchamos contra él, a brazo partido, para que no nos robe lo que no queremos perder.
¿Qué salvamos del tiempo? se preguntaba el maestro Antoni Benaiges, con la voz de Sergi Torrecilla, en la maravillosa obra de teatro 'El mar', de Alberto Conejero. ¿Qué salvamos? Las palabras. Y con ellas las historias. Las vidas. Los recuerdos.
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