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Sospecho que todos los escritores tienen una carpeta parecida. Elena Medel habló de la suya hace un par de años en el festival Cuéntalo, en ... una conversación con Isaac Rosa. Medel contó que en esa carpeta que ella había llamado 'No', guardaba textos que por una razón o por otra no habían acabado de salir bien. Y como es tan ordenada, contó, dentro de 'No' tenía otras carpetas, cada una con lo suyo: No teatro, No novela, No cuentos, No poesía…
Sospecho que todos tenemos una carpeta parecida. La mía ha tenido varios nombres a lo largo de los años: 'Descartes', 'Trozos', 'NO' con mayúsculas, 'no' con minúsculas… Hasta ahora en esa carpeta convivían relatos sin terminar, principios de novelas, títulos sin texto, textos sin título… Ahora se suman también las columnas fallidas, las que se empiezan pero no se acaban, las que se desinflan a mitad de camino, las que no llegaron a cuajar… Pobres columnas huérfanas, que se quedan ahí estancadas, boqueando como peces fuera del agua, «silenciosas y cubiertas de polvo», esperando vete tú a saber qué. También muy ordenadas, eso sí.
«Enero- El pulpo» (sobre los recuerdos de la infancia)
«Julio- La bomba» (sobre los estrenos de 'Barbie' y 'Oppenheimer')
«Agosto-Piedras» (ni idea)
«Septiembre- Por qué Dorothy Wordsworth no es tan famosa como su hermano» (esta siempre me apetece recuperarla, a ver)
«Diciembre-Arte» (sobre la obra de las artistas Susan Lacey y Pilar Albarracín)…
'Columnas posibles', se llama la carpeta, aunque, visto lo visto, también podría llamarse «Columnas imposibles', porque lo más probable es que no las termine nunca. Puede que alguna sí. Vete tú a saber.
Lo gracioso es que ahí están. No las borro, no las mando a la papelera, no vacío la carpeta. Y lo mismo pasa con los trozos de cuentos, con los principios y finales de novela, con las listas de títulos. Y menos mal que no escribo poesía.
A veces me doy una vuelta por ahí solo para echar un vistazo a los naufragios. Me río sola, me acuerdo de textos que ya se me habían olvidado. Pocas veces me pena haberlos desterrado.
Sospecho que, para conocer de verdad a una escritora o a un escritor, tendríamos que preguntar por sus descartes, por las notas de voz que nunca pusieron por escrito, por los personajes de los que se olvidaron, por las anotaciones que, al final, nunca usaron en una novela. Y después echar un ojo a los textos que no les salieron, a las ideas que se quedaron en los tinteros, en las carpetas de los escritorios, en las cenizas de los fuegos…
Sospecho que todos coleccionamos historias que no hemos contado ni vamos a contar.
Escribir, sospecho, también es eso.
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