La madre de Santa Teresa leía novelas de caballerías. Lo cuenta ella en el segundo capítulo del libro de su vida. Que, sin descuidar nunca ... sus tareas ni perder nunca su labor, su madre se entregaba en cuanto podía a aquella pasión por los libros que enseguida contagió a sus hijos. Diez tuvo, y muy mala salud, nos cuenta la autora, así que, seguramente, lo que no tuvo nunca su madre fue mucho tiempo para leer... Pero leía.
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No sin ciertos remordimientos, Santa Teresa confiesa que ella misma se aficionó también a esas lecturas, a pesar de que su padre, que debía de ser partidario de obras más piadosas, no veía con buenos ojos aquella pérdida de tiempo. Aun así Teresa leía. A escondidas, pero leía. «Era tan en extremo lo que en esto me embebía, nos dice, que si no tenía libro nuevo, no me parecía tenía contento».
También la francesa Margarita de Angulema, autora del 'Heptamerón', leía. Tratados de virtudes para damas prudentes, sí, pero también poemas galantes. Y a Dante, y a Petrarca. Y a Boccaccio, claro.
A la joven Jane Austen le gustaban 'El corsario'de Byron y 'Los misterios de Udolfo'de Ann Radcliffe. Margaret Atwood, de muy niña, leía a Beatrix Potter. Y los cuentos de los hermanos Grimm en su versión más truculenta. Doris Lessing a Dickens, Walter Scott, Kipling, las hermanas Brontë... Y Edna O'brien, que creció en una casa sin libros y en un pueblo sin biblioteca, se recuerda a sí misma, con 10 u 11 años, devorando páginas sueltas de Rebeca de Daphne Du Maurier. Manuel Puig, Ramiro Pinilla, Carmen Laforet, Martín Gaite, Monterroso..., todos leían. Bolaño leía hasta en la ducha. Y Nancy Mitford en todas partes.
Escuchar a las autoras y autores que admiramos hablar de los libros que leyeron siendo niños o los que recomendaban no perderse como adultos, bucear en sus bibliotecas, descubrir sus manías, oírlos defender los clásicos o las obras de sus contemporáneos, nos confirma que hay algunos tópicos que sí se cumplen.
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Salvo algunas excepciones, poquísimas, hay algo en lo que casi todos los escritores y escritoras se ponen de acuerdo y es en que llegaron a la escritura a través de la lectura. Antes que autores, pues, se sienten lectores. Y sospecho que eso mismo les pasará también a muchos editores, a los libreros, a los bibliotecarios... a todos los que, en fin, son parte de este mundo de la literatura.
Estos días, esta semana, celebramos los libros. Celebramos a quienes los escriben, a quienes los editan, a las librerías donde se venden, a las bibliotecas que los albergan, pero, sobre todo, celebramos a quienes los leen.
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Hace poco cayó en mis manos un marcapáginas de la librería Tremenda!!! de Granada que recogía unas palabras de Elena Fortún. «Sólo quiero leer, decía, leer todos los libros que hay en el mundo». Pues eso.
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