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Darwin dividía en dos, risrrás, los libros gordos para saborearlos mejor. Y también «arrancaba los capítulos que no le resultaban interesantes», recuerda David Shields en Hambre de realidad. Un manifiesto, según me descubrió una breve reseña de la web de la editorial 'Círculo de ... tiza'. La he revisitado esta semana a propósito de la audaz decisión del Consistorio logroñés de resumir a cinco los días festivos de los sanmateos. Sábado, domingo, lunes, martes y miércoles. El jueves, cada mochuelo a su curro. O a su clase. O a mirar cómo andan las obras de la ciudad. Las fiestas, si breves, se disfrutan mejor. Ocho días de juerga, de jarana, de parranda, de farra, de cachondeo y francachela son muchos días y hay pocos cuerpos que lo aguanten. Y muchas menos carteras que lo soporten. Lo breve es más. Verbigracia: la tesis doctoral de Einstein fue la más breve de la historia de su universidad. Hay más ejemplos. Pero un elogio de la brevedad debe ser consecuentemente breve. Creo.
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