Me siento una pitonisa de la realidad, aunque las pistas de que sus señorías son una pandilla de insustanciales estaban por todas partes. Lo vengo diciendo hace años, que se les paga demasiado para lo poco y mal que trabajan, y no me apeo de ... mi opinión. Algunos lectores me acusan de generalizar, pero a estos les digo que si los honestos no denuncian se convierten en iguales.

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Las filmaciones de sus señorías corriendo la víspera de un puente festivo ya han ocupado algún telediario y el hemiciclo prácticamente vacío es un clásico para los periodistas que cubren la información política. No hace mucho vimos que solo cinco diputados comparecieron cuando Juan Carlos Unzué presentó las reivindicaciones para que se aprobara la ley que favorece las condiciones de los enfermos de ELA. Cuando al día siguiente salieron los titulares, con la noticia de los escaños vacíos en las portadas de los periódicos, tocaron a rebato y meses después la ley está aprobada...

Ahora aprueban una reforma que por lo visto no querían aprobar y para lo que solo hacía falta que la leyeran con detenimiento y supieran de qué iba. Había jefe, encargado, secretario y más de cien asesores en el Partido Popular solo para el trabajo del Congreso. Los ciudadanos no sabemos exactamente la esencia de la ley de marras a fuerza de zarandear las interpretaciones e interpretar los zarandeos; si los presos salen por la puerta de atrás, por la de delante o les lleva un helicóptero hasta su pueblo para que los reciban con honores.

La ley tocaba la sensibilidad de todos aquellos que hemos vivido el terrorismo. Pero se aprobó simplemente porque los que estaban en contra estaban a por uvas. Todo apunta a que a los políticos, una vez investidos con el cargo y bien distribuidos con comisiones y otras dietas, les ataca un deterioro cognitivo y se desmemorian como por arte de magia. Se les ha olvidado leer, no recuerdan la historia y, como se sienten blindados económica y socialmente, se vuelven prepotentes, maleducados y lerdos.

Me cuentan que en Madrid un número abundante de diputados se apuntan a actividades de ocio, una especie de extraescolares para desintoxicarse una vez terminada la jornada; el grupo más demandado es el de teatro. Pero ajo y agua, este es el sistema que tenemos y es bastante mejor que otros; lo que sucede es que la clase política está empezando a tener unas peligrosas características y los partidos que los proponen y amparan, además de vaciarse de ideología, saben que manejan el chiringuito, y que lo harán caiga quien caiga.

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