Los deseos
Elegir es un deber, una de las pocas cosas que nos hace creernos libres
Elena Moreno Scheredre
Viernes, 16 de junio 2023, 00:59
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Elena Moreno Scheredre
Viernes, 16 de junio 2023, 00:59
Las elecciones que hacemos en la vida parten, en general, de la necesidad de cambio, del hartazgo y de la ignorancia de lo que lo desconocido puede traernos. El deseo de mejorar ha cambiado la vida de cientos de miles de seres humanos que con ... sus movimientos han alterado el curso de la historia. Elegir siempre fue difícil, de alguna manera, el riesgo que implica, abandonar tu zona de confort e investigar lo que puede haber tras la puerta, es el motor de nuestras iniciativas.
En mi memoria infantil y arropados como oro en paño sobreviven los héroes de los cuentos, donde la fantasía me empujaba a convencerme de que los sueños podían convertirse en realidad. La lampara del paupérrimo Aladino que al frotarla encontró a un genio que le concedió sus deseos y una alfombra para trasladarse por el universo, el príncipe encantado que era una repugnante rana a la que el beso de una doncella le devolvía una identidad majestuosa me desarrollaron una voluntad de hierro para perseguir lo que quería.
No sé qué habría sido de este mundo, la verdad, pelín cruel, si los escritores no hubieran repartido duendes, magos, hadas y demás seres mágicos. Quizás en Mayo del 68 en Paris, aquellos jóvenes acunados por Perrault no habrían sido capaces de escribir en las calles la máxima «Seamos realistas, sigamos pidiendo lo imposible». Pero la magia hemos de reconocer que no está de moda más que en las producciones cinematográficas. Ahora, los cuentos tienen moralejas mucho más directas para que los niños acepten la enmienda a la totalidad de los tópicos que la sociedad que les precede tenía pendiente.
El género, la identidad sexual, el racismo o aprender a compartir el mundo que posees con el hermanito que está a punto de llegar son temas que han sustituido a los ogros, los niños abandonados en el bosque o las manzanas envenenadas con las que nos nutrimos algunos. Elegir es un deber, una de las pocas cosas que nos hace creernos libres y nadie puede denostar al otro por haber elegido. Elegir creer en el príncipe azul o desear poseer una lampara mágica es lo más parecido a acudir a las urnas. Al final, hay bastantes posibilidades de que la madrastra se acueste con el hada madrina y el príncipe azul le ponga los cuernos al ogro y todos acabamos perdidos en el bosque.
Escucho los pájaros, se pelean las lagartijas y el mar enloquece en una paleta de azules que me roba el seso. Siempre habrá un pequeño paraíso donde escondernos del ruido después de haber elegido.
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