Hemos elegido cambio climático

La crisis climática no es un fenómeno atmosférico etéreo y ajeno. La crisis climática es una elección social: hemos elegido cambio climático, al igual que estamos eligiendo crisis de biodiversidad. Hace décadas que sabemos que esto iba a pasar. Y hace décadas que no hacemos lo suficiente para evitarlo, moviéndonos por el cortoplacismo y el interés individual o el de ciertos sectores económicos.

Es una elección que hemos hecho como sociedad, con responsabilidades compartidas pero diferenciadas. Partidos políticos de izquierda que, hasta tiempos recientes, no hemos sabido dar la necesaria prioridad a las crisis ambientales; partidos de derechas que practican el negacionismo climático y que siguen considerando el medioambiente como un asunto marginal. Sectores empresariales y productivos que han visto en la imprescindible transición ecológica una amenaza. Gobiernos que han primado esos intereses sectoriales frente al interés general de conservar el medioambiente. Medios de comunicación que durante años no han otorgado a esta problemática el protagonismo que merece o que estigmatizan las energías renovables. Una ciudadanía que no ha pasado de preocuparse por el medioambiente a actuar para evitar su deterioro, cambiando comportamientos individuales. Una sociedad poco movilizada por las problemáticas ambientales. Votantes que no priman la dimensión ambiental a la hora de elegir a quien votar. Y consumidores que no tenemos en cuenta la sostenibilidad a la hora de hacer la compra.

Pero podemos cambiar las cosas. La elección sigue vigente. Y aunque no estamos ya a tiempo de evitar la crisis climática, sí podemos mitigarla para sortear sus peores consecuencias y actuar sobre otros retos ambientales en ciernes como la crisis de biodiversidad.

Sabemos las soluciones: impulsar el despliegue ordenado de energías renovables, el autoconsumo y la eficiencia energética, transformar nuestra forma de producir, consumir y movernos, o conservar y restaurar la biodiversidad.

En ese contexto, desde el 2019 hemos multiplicado por más de 6 el número de instalaciones de autoconsumo en La Rioja. Gracias a una eficaz gestión y a los más de cinco millones de euros provenientes de los fondos europeos que inyectamos en familias y empresas riojanas.

Sin embargo, con el autoconsumo no basta. Hay que exprimirlo al máximo, como estamos haciendo, pero sin olvidar que el potencial estimado de su desarrollo en La Rioja es el equivalente a uno solo de los parques solares que se están tramitando en la Comunidad: unos 50 MW. Tenemos que potenciar el autoconsumo a la vez que aseguramos un desarrollo ordenado de renovables.

En La Rioja el 55,4% de la energía que generamos es renovable. Pero estamos lejos aún del 74% que marcan los objetivos vinculantes para nuestro país. Tenemos mucho trabajo por delante, lejos del conformismo con el que algunos grandes empresarios nos quieren anestesiar, retorciendo estadísticas, haciéndonos pensar que en La Rioja lo tenemos todo hecho en cuanto a energías renovables.

Frente a posturas maximalistas que se oponen por sistema a toda iniciativa renovable en la Comunidad, estigmatizando estas tecnologías como algo negativo y dañino para el territorio, el Gobierno de La Rioja está haciendo compatible el despliegue de instalaciones renovables con el cuidado de nuestro patrimonio natural y, como no, del paisaje del vino. Un paisaje que ya está ampliamente protegido por los Espacios Agrarios de Interés de la normativa actualmente en vigor que ya excluye más de dos tercios de nuestro territorio de la instalación de renovables y que la Consejería de Agricultura, Ganadería, Mundo Rural, Territorio y Población está ampliando a la práctica totalidad del terreno agrícola de la región.

Debemos conjugar la conservación de nuestros valores naturales y agrícolas con la atención a nuestras necesidades energéticas de forma limpia, barata y sin depender de otros países, en un contexto de creciente demanda. Si bien el desarrollo de las nuevas energías no puede producirse de cualquier manera, tampoco podemos oponernos por sistema a su desarrollo, como hacen algunos grupos de interés en nuestra región.

El Gobierno de La Rioja hará como siempre hacemos: evaluar conforme a la exigente normativa ambiental las solicitudes de instalación de energías renovables. Permitiendo solo proyectos que sean acordes con nuestros valores naturales y nuestra ordenación territorial. Rechazando aquellos que no lo sean, como ha sucedido con los seis proyectos de parques eólicos evaluados, de los que solo dos siguen vivos actualmente. Y aprovechando las posibilidades de alegación que existen en proyectos evaluados por el Estado, como se ha hecho con el parque eólico de Los Cruzados en Enciso, la línea de alta tensión de Forestalia entre Alfaro y Briñas, o los recientes parques desestimados de Navarra.

Todo, sin perder de vista una realidad evidente: que es la crisis climática –y no el desarrollo ordenado de fuentes de energía que ayudan a combatirla– la amenaza más grave que acecha a nuestra salud, a nuestro patrimonio natural, a nuestra agricultura y a nuestro paisaje.