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Paseando por esa ciudad repleta de atractivos justificantes de la visita que es Cartagena, me ha sorprendido que la más larga, ancha y elegante de sus avenidas lleve por nombre 'paseo Alfonso XIII'. Quienes poseen una memoria histórica que solo llega hasta 1936 quizá desconozcan ... que este rey fue el abuelo paterno de don Juan Carlos I, cuyo padre, don Juan de Borbón, heredó los derechos sucesorios de don Alfonso, pero nunca reinó porque a Franco no se le puso en el único cojón que tenía.
Puede que también ignoren que Alfonso XIII alentó la campaña militar en la guerra de Marruecos que desembocó en el terrible Desastre de Annual, del que este año se cumple el centenario, donde miles de soldados fueron mascrados en el frente o salvajemente torturados cuando se rindieron y que, cuando se enteró de la derrota, el rey comentó: «La carne de gallina es barata». Que, para sofocar el subsiguiente descontento popular, Alfonso respaldó el golpe de estado del general Primo de Rivera que convirtió a España en «una dictadura con rey» y que, tras las elecciones municipales de abril de 1931, interpretadas en las grandes ciudades como el plebiscito que proclamó la II República, se largó de España conduciendo su deportivo de lujo con el riñón bien cubierto y que, cuando estalló la Guerra Civil, apoyó a los sublevados desde el exilio. Pues bien, el último suelo español que don Alfonso pisó fue el mismo muelle del puerto de Cartagena al que regresaron sus restos mortales en 1980 (falleció en 1941 en Roma), con todos los honores y el respetuoso homenaje de miles de cartageneros, para iniciar su último viaje camino de la Cripta Real de El Escorial.
Que una ciudad con los antecedentes republicanos de Cartagena (en 1873 declaró el Cantón que pretendía crear por su cuenta una república federal) dedique su mejor calle a la memoria de un rey indigno al que vio partir hacia el exilio, demuestra su madurez al asumir tanto las luces que iluminan como las sombras que oscurecen a los grandes protagonistas de la historia. Al contrario que su abuelo, en el reinado de don Juan Carlos las luces han superado con mucho a las sombras, por lo que no comparto la iniciativa de retirar su nombre de la avenida más ancha, larga y de Logroño, y espero que no prospere. Pero, si la iconoclasia antijuancarlista se consumara, no olviden retirarle de paso la calle y la estatua de riojano ilustre a don Zenón de Somodevilla, Marqués de la Ensenada, el consejero de tres reyes borbones que planeó el exterminio de la «malvada raza» de los gitanos, anticipándose en casi dos siglos a la 'solución final' genocida de los nazis para el 'problema judío'. Aunque, quizás, remontarse al siglo XVIII sea demasiado para una memoria histórica miope y cortoplacista.
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