La aparición de trombos en las venas del cerebro y el abdomen y en las arterias en unas pocas personas vacunadas contra el Covid-19 con AstraZeneca, algunas de las cuales han muerto por esta causa, ha generado alarma; algunos países han interrumpido la vacunación ... con este fármaco y ayer tomó idéntica iniciativa la Junta de Castilla y León. Por la tarde, sin embargo, la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) explicitaba su posición señalando que «los beneficios generales de la vacuna para prevenir el Covid-19 superan los riesgos de efectos secundarios». Y España, tras la reunión de los ministros europeos de Sanidad, decidió en el Consejo Interterritorial que la vacunación se limite a las personas entre 60 y 65 años. La EMA reconoce que existe, ahora sí, un vínculo entre los trombos y la vacuna en 228 casos de embolias entre personas inoculadas, pero afirma que se trata de «coágulos inusuales» y que son «efectos secundarios muy raros».
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La incidencia de estos efectos ha sido escasa. En el Reino Unido, de 18,1 millones de personas vacunadas han muerto ocho en tales accidentes vasculares. La EMA ha realizado su revisión sobre unos 25 millones de vacunados, entre los que ha habido 18 desenlaces mortales, en la mayoría de los casos en mujeres menores de 60 años dentro de las dos semanas posteriores a la vacunación. No cabe duda de que la probabilidad de morir por el Covid es muy superior que la de padecer trombos. En todo caso es importante que continúe la investigación para saber exactamente cómo pasa y poder delimitar con claridad los colectivos de mayor riesgo para que sean inoculados con otras dosis. Pero la prioridad ante la pandemia sigue siendo vacunar al mayor número de personas en el menor tiempo posible. No podemos ignorar que estamos ante una pandemia que en un año ha infectado a más de 130 millones de personas y ha causado casi tres millones de muertos. Se ha logrado lo que parecía imposible hace un año: desarrollar vacunas eficaces y producirlas a gran escala. Ha habido errores en la gestión de las compras y retrasos en las campañas de vacunación, pero eso no empaña que es la mejor arma que tenemos para acabar con la pandemia. La vacunación en España es voluntaria. Contra los negacionistas y contra el miedo y la aprensión el mejor remedio es la información y la transparencia. Y, seguramente, una visita a las UCI sería la forma más rotunda de convencer de la necesidad de vacunarnos todos para vencer al coronavirus.
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