Israel contra los judíos
EL FOCO ·
El conocimiento de las circunstancias que llevan al ser humano y a las sociedades a ejercer el mal, a demonizar y deshumanizar a sus víctimas hasta exterminarlas, es absolutamente necesarioEL FOCO ·
El conocimiento de las circunstancias que llevan al ser humano y a las sociedades a ejercer el mal, a demonizar y deshumanizar a sus víctimas hasta exterminarlas, es absolutamente necesarioHace pocos días escuché de pasada este comentario: «No voy a volver a leer nada sobre el exterminio de los judíos, ya no me interesan los judíos. ¿Cómo puede un pueblo que ha sufrido tanto hacer lo mismo ahora con otros?». Seguramente esta persona no ... está sola en su reflexión, por mucho que la reflexión sea, realmente, una soberana estupidez. Algunos pensarán lo mismo ante las decisiones que está tomando el Estado de Israel estos días respecto a Gaza, después de la sangrienta incursión de Hamás en territorio israelí. Desde que se desató esta nueva guerra, los medios de comunicación y las redes sociales se han llenado de bulos e informaciones falsas, exabruptos y acusaciones, de la necesidad de gritar a los cuatro vientos con qué bando se sitúa uno: durante los primeros días algunos se posicionaron en el bando de los bebés supuestamente decapitados de los que no hay ninguna prueba y, por tanto, los que apoyaban el otro bando o buscaban contextualizar los nuevos eventos se convertían inmediatamente en decapitadores de bebés; otros, se declaraban inmediatamente contra los judíos, así en general, porque no eran capaces de distinguir entre un judío y un israelí fascista; otros, tomaban el nombre de Primo Levi en vano, alegando que el más insigne superviviente de Auschwitz estaría de acuerdo con la defensa del Estado de Israel, cuando fue Levi quien, junto a otros intelectuales judíos, condenó sin fisuras la actuación de Israel durante la Guerra del Líbano. Reconozco que de todas las simplezas y opiniones absurdas que he leído en los últimos días, la utilización de Primo Levi y de las víctimas de la Shoá para justificar los crímenes de Israel es, tal vez, la que más me ha revuelto el estómago por su falsedad y por su perversidad.
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Primo Levi representa para mí el escritor que mejor ha sabido revelar, a través del lenguaje, la complejidad del comportamiento humano en situaciones límite, de extrema violencia. Desde que salió de Auschwitz, buscó la forma de transmitir la experiencia del campo de exterminio sin rendirse a la simplificación de los eventos. Convirtió sus vivencias traumáticas en un laboratorio donde explorar la condición de víctima, por supuesto, pero también la del verdugo que, como demostró con su análisis de la «zona gris», a veces no está tan alejado de nosotros como quisiéramos. Nunca abandonó la búsqueda del conocimiento de esa experiencia, por muy dolorosa que fuera, y siempre mantuvo una mirada lúcida y crítica sobre la realidad y el mundo en el que vivía. Por eso, su relación con las políticas de Israel, desde su fundación hasta los años 80, evolucionó desde una postura cercana al sionismo que justificaba la existencia de un Estado propio, al rechazo absoluto de la violencia para defenderlo.
Levi es un escritor que se cita a menudo, muchas veces de forma descontextualizada, como está ocurriendo estos días. Cuando alguien se niega a considerar como humana la vida o las decisiones de un terrorista, cuando en vez de esgrimir argumentos demagógicos, alguien pide analizar la situación o tener una mirada histórica sobre el conflicto, entonces siempre habrá alguien que diga que Primo Levi dijo que «comprender es justificar». Y no es así. En 'Si esto es un hombre', el primer libro de la 'Trilogía de Auschwitz', Primo Levi señalaba, en relación a los crímenes del nazismo, la diferencia entre comprender y conocer los mecanismos del mal: «Quizá no se pueda comprender todo lo que sucedió, o no se deba comprender, porque comprender es casi justificar». Mucha gente acaba la frase aquí porque les conviene, así pueden decir que Levi defendía que no se debe intentar comprender el mal. Pero evitan la frase que sigue poco después: «Si comprender es imposible, conocer es necesario, porque lo sucedido puede volver a suceder, las conciencias pueden ser seducidas y obnubiladas de nuevo: las nuestras también». Releo este pasaje, escrito en los momentos posteriores a su liberación de Auschwitz, y me resulta premonitorio: conocer es necesario porque la conciencia de las víctimas más perseguidas de la historia, los judíos, también pueden ser seducidas y obnubiladas por el mal. El conocimiento de las circunstancias que llevan al ser humano y a las sociedades a ejercer el mal, a demonizar y deshumanizar a sus víctimas hasta exterminarlas, reconocía Levi, es absolutamente necesario. Por eso resulta llamativo que, durante los primeros años del éxodo masivo al naciente Estado de Israel, Levi creyera que la experiencia de la Shoá, el exterminio masivo de los judíos por el nazismo, los inmunizaba ante la tentación de la violencia.
En una conferencia poco antes de la Guerra de los Seis Días, en 1967, Levi afirmaba: «La existencia de Israel puede ser incómoda para algunos, puede perjudicar algún prestigio, pero no amenaza a nadie; si existe en el mundo un pueblo que tiene sobre su conciencia millones de tumbas, ese pueblo no somos nosotros». Pronto esa afirmación se haría insostenible y Levi, honesto y lúcido como era, no pudo seguir manteniéndola. Tampoco pudo esgrimir la victimización radical como excusa para la violencia. Para cuando estalló la Guerra del Líbano en 1982, Levi tenía las ideas bastante claras al respecto, no solo por su rechazo a la violencia radical del gobierno de Israel, sino porque temía que de todo ello surgiera una nueva ola de antisemitismo: «Luchar contra la política del gobierno Beguín en este momento trágico para el pueblo palestino es más que un testimonio a favor de la retirada de las tropas israelíes del Líbano y del derecho a la autodeterminación del pueblo palestino. Es también un modo de luchar contra los gérmenes potenciales de un nuevo antisemitismo». Después de la Guerra del Líbano y hasta su muerte en 1987, Levi siguió opinando sobre la deriva fascista del Estado de Israel. Uso el término fascista sin ningún tapujo porque así lo hizo Levi, que señaló los nexos de unión entre Beguín, representante del ala de extrema derecha del sionismo, con el fascismo de Mussolini, por muy demencial que parezca esta asociación a primera vista. Y Levi no se cansa de recordar que muchos de los judíos de la Diáspora, es decir, los que no viven ni han nacido en Israel, no legitiman la violencia ejercida contra los palestinos, por mucho que ellos o sus ancestros sufrieran la Shoá. «El actual comportamiento del actual gobierno de Israel corre el riesgo de ser el peor enemigo de los judíos», dijo Levi en una entrevista en 1982. Podría haberlo dicho hoy.
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