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ILUSTRACIÓN laura liedo
La casa de mi madre
Opinión

La casa de mi madre

El Foco ·

La memoria es traicionera y nuestros recuerdos van transformándose con los años, acompañados de nuestras propias transformaciones. La viveza con la que recordamos ciertos lugares dota a esa memoria de una verdad que parece indiscutible

Domingo, 5 de mayo 2024, 00:05

El libro de Ruth Zylberman '209 Rue Sanit-Maur, París: Autobiografía de un edificio' (Errata naturae, traducción de Elena Pérez San Miguel) comienza así: «Los edificios de París son un pueblo vivo. Bullen, rebosan, y en el tiempo que llevo caminando a sus pies, mirando ... siempre hacia arriba, he aprendido a leer, tal y como se interpreta un idioma, las señales que distinguen unas fachadas de otras, como un rostro se distingue de otro rostro». Lo acabo de empezar, pero ya sé que estoy ante un libro delicado y precioso, un manual de observación de la arquitectura que nos rodea y de las historias (así, con minúscula) que alberga la Historia (así, con mayúscula) de cada edificio. Por ejemplo, en este: las vivencias de nueve niños judíos, de entre 3 y 17 años, deportados en las redadas que organizó el gobierno colaboracionista de Vichy en 1942.

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