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Se lo había avisado a mis numerosos contactos melómanos, que esta iba a ser seguramente la mayor hazaña de canto que jamás hayan presenciado, y ... así resultó: un espectacular derroche de canto de dificultad suprema, de saltos interválicos inverosímiles, con descensos arriesgados a tesituras baritonales y ascensos increíbles a zonas sobreagudas de poner la carne de gallina. En mi vida había visto un atrevimiento semejante en un recital, incluyendo tres de las escenas rossinianas más complicadas de cantar que yo conozca y además una detrás de otra. Moisés Marín es un cantante muy generoso en sus recitales, quizá hasta en exceso (que la voz es un don que hay que cuidar con mimo) y se entrega con una valentía asombrosa que es preciso agradecer. Además, fue un concierto sumamente instructivo sobre la evolución de la voz en la historia del canto, con este peculiar tipo de cantante con cualidades baritonales en la zona más grave, junto con brillante ascenso a las zonas más agudas de la voz humana, que se dio en llamar «baritenor», siguiendo los pasos del gran cantante de principios del siglo XIX, Andrea Nozzari, considerado el primero y más grande baritenor, al que el gran Rossini dedicó papeles de dificultad técnica escalofriante.
Lo que no sé, y no puedo evitar comentarlo, es dónde demonios estaban los numerosos profesores y alumnos de canto logroñeses, los entusiastas directores y cantantes de coros, orfeones y ochotes, los sedicentes amigos de la ópera y aficionados a la zarzuela, de los que solo vi una mínima y honrosa representación. Entiendo que hay muchos compromisos en la vida, pero, que tanta gente del canto se pierda un concierto como este... ¡en fin, sin palabras! El caso es que los afortunados asistentes pudimos disfrutar de un espectáculo muy bien montado, dialogando tenor y pianista entre cada obra del programa (representando a Andrea Nozzari y su maestro Giacomo David, comentando actuaciones, leyendo críticas y preparando nuevas obras). Abrió el programa con la heroica aria de La Vestale de Spontini, con su apresurado final, tan bellamente rematado. Al igual que Nozzari, Moisés Marín nos demostró que podría interpretar el papel de Don Giovanni (que es para bajo), cantando la famosa serenata 'Deh, vieni alla finestra', en el único descanso vocal de la noche, porque a continuación llegaba el primer miura del recital, la escena de salida de Otello de Rossini, con el marcial e inclemente breve recitativo 'Ah si, per voi gia sento' seguido de la hermosa aria 'Premio magior di questo' con sus delicados fraseos y sus violentas incursiones en la zona sobreaguda, junto con descensos a registros exageradamente graves en la palabra 'amor', finalizando con la marcial cabaletta 'Amor, dirada il nembo' erizada de escollos canoros, para lucimiento del tenor, que comenzó a lucir sus espectaculares agudos y su facilidad para los ornamentos vocales. A continuación venían dos de las escenas más tremendas del Rossini serio: la escena de Pirro de la ópera Ermione 'Balena in man del figlio' seguida de la salvaje escena de Rodrigo di Dhu de La donna del lago, dos terroríficos desafíos para un tenor, que Moisés Marín se despachó como si nada con una voz como un obús, una técnica sobresaliente, unos sobreagudos deslumbrantes y una delicadeza suprema en las bellísimas arias. Toda una lección de canto floreado difícil de olvidar. Culminó en triunfo el concierto con el aria de Alfredo il Grande de Donizetti y todavía hubo dos generosas propinas. Magnífica la actuación del pianista Manuel Navarro, arropando en todo momento al tenor con enorme musicalidad. Un lujazo de concierto.
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