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El alcalde de Logroño dará ya por descontado que, de no tomar improbables decisiones, en lo que queda de legislatura, hasta mayo, se sentará con su enemigo (político) en la mesa del gobierno municipal. Rubén Antoñanzas, el único concejal de la muleta regionalista que le ... sirvió de apoyo en el camino a la Alcaldía hace casi cuatro años, volvió a descolgarse este miércoles votando en contra de una iniciativa capital del equipo del que ambos forman parte. Esta vez en la Junta de Gobierno, repitió la escena de hace unas semanas cuando estaba en juego en Pleno el Presupuesto municipal y se significó en contra de la modificación del Plan General para desbloquear la urbanización del sector Ramblasque, en el sur de la capital riojana, la última zona urbana pendiente de desarrollar desde finales del siglo pasado. A Antoñanzas, por supuesto, le asiste toda la legitimidad para discrepar y criticar una iniciativa de 'su' gobierno local. Pero el gesto de votar en contra en uno de los órganos de gobierno adolece de nuevo de una falta de ética incomprensible para el ciudadano. Porque, si su conciencia le obliga a discrepar, el camino ético es el del cese voluntario, la dimisión. Ni siquiera la proximidad de las elecciones justifica este juego de ser edil de gobierno a tiempo parcial.
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