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El debate sobre el estado de la nación terminó ayer proyectando gestos hacia su izquierda por parte del presidente Sánchez, pero anunciándose al mismo tiempo que le resultará trabajoso asegurar la mayoría parlamentaria que precise para completar la legislatura. El distanciamiento mostrado por ERC el ... martes y por el PNV ayer, mientras EH Bildu recargaba sus exigencias al sentirse un aliado preferente en su afán de blanqueo, continuarán manteniendo la gobernabilidad en la cuerda floja. A ello se le añade un factor de distorsión presente en el debate de los dos últimos días, que no es la imposibilidad reglamentaria de confrontarse con el líder del primer partido de la oposición. Es que Pedro Sánchez se ha librado de confrontarse con su vicepresidenta segunda, llamada a ser una rival directa en todo el próximo ciclo electoral. Porque resulta imposible que PSOE y Unidas Podemos concurran a locales, autonómicas y generales como si les resultara indiferente a cuál de las dos papeletas voten los progresistas. Las expectativas del debate sobre el estado de la nación se cifraron en términos políticos y partidarios, atendiendo a la pregunta de si Sánchez sería capaz de recuperar el ánimo socialista y la sintonía con los 'morados'. Quizá lo haya logrado sobre el papel, respecto a la necesidad que los militantes tienen de verse guiados con palabras. Pero el problema, como el presidente admitió insistentemente el martes, es la inflación. Es la economía y sus perspectivas. El debate de política general se ha celebrado antes de que el Parlamento convalide el segundo paquete de medidas anticrisis sin que se hayan evaluado los efectos del primero. Sánchez ha anticipado un tercer paquete, al que con toda probabilidad seguirá una cuarta entrega. Y si la guerra de Putin se prolonga, como es de temer, 2023 será una sucesión de trimestres a cada cual más oneroso para el erario. Un horizonte imposible de sortear con votaciones parlamentarias al límite y que exige un consenso político transversal con un compromiso real de pacto de rentas. Sánchez ha introducido en las últimas semanas y en sus intervenciones de los dos últimos días en el Congreso una idea radicalmente contraria a ello: el supuesto de que él representa intereses legítimos frente a los intereses ilegítimos que al parecer concurren en la economía y en la sociedad españolas sin que sean ilícitos. Solo cabe esperar que las resoluciones que hoy salgan adelante en el Congreso no eleven la temeridad de ese maniqueísmo.
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