La Agencia Europea del Medicamento (EMA) se ha pronunciado de forma tajante en contra de mezclar vacunas de distintas marcas, como ya hacen Francia y Alemania, y a favor de administrar en los plazos establecidos la segunda dosis de AstraZeneca a quienes ya han recibido ... la primera. Además, ha reiterado que esa fórmula es «efectiva» contra el COVID y criticado la suspensión de su uso en varios países –España, entre ellos– tras los inusuales trombos detectados en uno de cada 100.000 inmunizados. El riesgo de sufrirlos es mucho más probable con fármacos habituales en cualquier domicilio que con este preparado que, como los otros avalados por la EMA, evita la inmensa mayoría de los que genera el virus a personas no protegidas frente a él. Los vaivenes de los gobiernos sobre los criterios de vacunación y el seguimiento o no por su parte de las recomendaciones del regulador en función de cálculos que exceden el terreno sanitario dan pábulo a la desconfianza y hacen un flaco favor al objetivo de inmunizar cuanto antes a gran parte de la población. Las cautelas sanitarias son imprescindibles, pero llegado un momento han de ceder ante la evidencia científica y evitar dudas innecesarias.
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