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Comienzo mi escrito semanal, que intenta ir sobre la Jornada de la Iglesia Diocesana que es hoy, pidiendo a las claras y con toda intención que aquellos de mis lectores que se sientan miembros de esa gran familia que es la Iglesia se impliquen, la acojan como cosa suya, algo que hay que sacar adelante con el esfuerzo y la colaboración de los creyentes y ¿por qué no? también de aquellos que –no siéndolo– ven en la Iglesia católica un elemento que aglutina y que presta un buen servicio a toda la comunidad social riojana.

No sé si será muy atrevido por mi parte poner como ejemplo de lo que quiero decir lo que está sucediendo en La Palma con el volcán. Todos los días, a todas las horas, todos los medios sin excepción nos están enseñando lo que es una colada (hasta hoy la relacionábamos con la ropa echada a lavar), una erupción volcánica o los grados altísimos de la temperatura del cráter. Ahora bien, una cosa es acercarse allí en plan informativo, en plan turístico, en plan presidente del Gobierno, y otra cosa es ser de allí, padecerlo en las propias carnes, casas destruidas, negocios arruinados, escuelas de los propios hijos desaparecidas, la iglesia donde han rezado toda su vida ya no asoma más que la punta del campanario, y lo que más me ha impactado a mí, el cementerio desaparecido, donde tenían todos los isleños el corazón y el cariñoso recuerdo de sus padres, hermanos, abuelos, amigos. Ya nada de nada.

Algo similar entiendo que pasa con la Iglesia. Todo el mundo habla, bien sea alabando logros y hechos positivos (un bautizo entrañable, una boda simpática, la ayuda a los pobres y desfavorecidos, etc), bien sea censurando hechos negativos como lo del obispo desleal, los curas que dejan mucho que desear, etc. Una cosa es verlo desde fuera, en plan de espectador, y otra absolutamente distinta es vivirlo desde dentro, en carne propia, como nos pasa a muchos.

La Jornada de hoy intenta conseguir que los creyentes sientan como algo propio todo el quehacer de la Iglesia. ¡Todos! El obispo –cuando lo tengamos, que ya falta poco–, los curas, frailes, monjas, voluntarios, catequistas... Todos. Y estoy pensando sobre todo en esos padres y madres de familia, en esos abuelos y abuelas, en esos jóvenes ellos y ellas que están bautizados, que rezan, que reciben los sacramentos, que echan sus dineros a la colecta, pero que no pertenecen a nada, que no están significados por nada. Y que son gente estupenda y que hace mucho bien.

En esos estoy pensando cuando repaso el eslogan de este año, 'Somos una gran familia contigo'. En ese contigo anónimo es en el que estoy pensando, en el que yo creo que piensan los que organizan este tipo de campañas.

Hoy es un día para recordar que no podemos vivir la fe como el llanero solitario, que juntos lograremos unas parroquias vivas, comprometidas, apasionadas por Jesucristo y entregadas a los demás. A todos se os llama –se nos llama– a participar de la forma en que podamos, cada uno según sus posibilidades y sus circunstancias: con su tiempo, con sus cualidades, con su oración y con su donativo.

«La Iglesia diocesana está contigo, con todos, nos recuerda nuestro administrador diocesano. ¿Necesita razones una madre para seguir queriendo? Compartamos la vida con el que desfallece, compartamos el tiempo y nuestros bienes con quien carece de ellos, nuestra esperanza en Cristo con los más desesperanzados».

La Virgen de Valvanera nos acompaña y bendice siempre. ¡Acude a Ella!