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En la reciente reunión del comité regional del PSOE donde se votaron las listas a Congreso, Senado, Parlamento y Ayuntamiento de Logroño, César Luena tuvo que atender cómo algunos de los descabalgados de las candidaturas tomaban el micrófono para arrearle la cariñosa ración de estopa ... que se procura desde un partido a uno de los suyos. Nada que no hubieran escuchado antes sus astutos oídos, aunque esta vez el argumento le parecería cuando menos curioso: para sus críticos, el peor pecado que Luena pudo cometer residía en haberse abstenido en la votación que permitió a Mariano Rajoy retener el banco azul. El mismo defecto que puede achacarse a quien le sustituyó como número dos del PSOE, José Luis Ábalos. A quien no consta que nadie le afeara ese gesto cuando hace unos meses se reunió en Logroño con sus pares riojanos. Como el propio interesado suele advertir, la política no es tan distinta de la vida. Ambas tienen la memoria corta.
Ocurre que durante dos largos años, como todopoderoso secretario de organización en Ferraz en la primera etapa de Pedro Sánchez al frente del PSOE, Luena fue lo más parecido a un ministro que haya tenido La Rioja desde Sáenz Cosculluela. De entonces datan muchas de los reproches que ha ido recogiendo en su partido, más ruidosos que los elogios. Que también los recibe, aunque con sordina. Entre ellos figuran un par de detalles que hasta quienes más alejados se sitúan de su estela también le reconocen: que ha sabido salir con donosura tanto del partido, que dejó en el 2017 en manos de Francisco Ocón y una dirección muy afín a la estrategia que implantó luego de relevar a Francisco Martínez Aldama, como del Congreso. Un paso atrás que permite hoy a su partido emprender la renovación que a su juicio necesitaba en La Rioja, mientras entre bambalinas atrapaba otro botín: verse incluido en la lista del PSOE al Europarlamento en una posición que casi le garantiza cinco años en la fría Centroeuropa. No está nada mal para un dirigente todavía cadete en términos políticos: en octubre cumplió 38 años.
De paso, Luena regatea con este reconocimiento desde Ferraz una visión muy epidérmica de sus relaciones con Sánchez, que no quedaron tan deterioradas cuando declinó seguirle en su luego exitosa travesía del desierto como cuando se empeñó en apoyar a Patxi López en la lucha por la secretaría general donde le derrotó quien hoy preside el Gobierno español. Decía Ramiro de Maeztu que el ser humano no ha nacido para los detalles, certeza que impedía observar cómo, en realidad, la grieta entre Sánchez y Luena nunca se abrió demasiado, como se comprueba desde que ayer lo avaló como candidato a Europa. En apenas ocho días, Luena ha encontrado cómo salir del cuarto oscuro. Y en una semana muy rica en resurrecciones en la política regional, como refleja el caso de Conrado Escobar, demuestra que sabe reinventarse. Porque en la política, como en la vida, toda gloria exige dolor.
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