Cada nación está condicionada por su historia. ¿Y qué es la historia? ¿Quizá una más de esas asignaturas inservibles, como la filosofía o la literatura, que deberían ser sustituidas por las matemáticas o la economía? En absoluto. La historia no es sino el análisis de ... lo que fuimos para saber lo que somos y lo que seremos, un gen que marca el carácter y el devenir de los pueblos de forma indeleble, y que define las señas de identidad de un pueblo, por encima de cualquier otro símbolo patriotero.
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Lo que hoy es España gobernó el mundo durante el siglo XVI y las primeras décadas del XVII, hasta que tocó fondo bajo el reinado de Fernando VII. ¿Y después? Cuatro guerra civiles, cinco o seis intentos abortados de modernización, dictaduras varias y una transición hasta desembocar en la actual democracia, sin duda las cuatro décadas más prósperas que ha vivido la nación desde siempre, a pesar de las últimas crisis.
Sin embargo, seguimos a la gresca porque, en parte, está en nuestro ADN y, también, porque hay un buen porcentaje de esa España que sigue creyendo que su tierra y sus gentes les pertenecen en exclusiva.
Hacia 1965, quien fuera director del diario 'Arriba' Sabino Alonso Fueyo alzaba sus quejas al dictador sobre las presiones que sufría desde dentro del propio Movimiento, a lo que Franco le aconsejó: «Haga usted como yo, no se meta en política».
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Ahí está el gran problema: para la ultraderecha su palabra es, simplemente, dogma de fe, y frente a tal integrismo, todo demócrata que tire piedras sobre el tejado constitucional lo hace contra la España del siglo XXI.
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