Doce horas para darse cuenta

Tiene razón la presidenta y el resto de voceros del ejecutivo en que la principal receta es «vacunar, vacunar, vacunar». Pero viendo que la vacunación infantil iba a tardar, haber hecho todo lo posible para convencer a los restantes 24.000 obtusos e irresponsables que nos quedan por ahí era obligatorio. Y ahí estaba el pasaporte COVID como una herramienta. No para proteger, sino para obligar a los tontos a pasar por el pinchazo.

En fin, por fin, al fin está ahí. Aunque como siempre, viendo el empeño que pone Andreu en ser la Ayuso del norte en cuestiones pandémicas, llegue en versión reducida y sin grasa. Y sin multas a la vista, que no es que sea la mejor garantía de cumplimiento. Miren ustedes si no.

Se supone que en los bares de copas y discotecas es obligatorio estar con mascarilla. Por si no frecuentan ustedes esos locales, ya les digo yo lo que pasa: que de mascarillas, nada. O casi nada. Eso también lo sabe todo el mundo, y tan impune es el asunto que hasta hay locales que cuelgan fotos y vídeos en sus redes sociales en los que se ve cómo se incumple flagrantemente la normativa. Lo que, mientras el común de la hostelería se fuerza en hacer las cosas bien, pues está feo. Porque si al final vienen peor dadas, la culpa no será de todos los hosteleros, pero las consecuencias sí.

En fin. Bien está que la presidenta se convenza en 12 horas tras semanas de dudas. Porque es mejor tarde que nunca, y a medias que de ninguna manera.

El año pasado por septiembre medio mundo pensaba, yo incluido, que la vuelta al cole iba a ser un desastre. No lo fue, y no lo fue en absoluto: gracias a la Administración, a los profes, a los niños.

Ese desastre ha llegado año y pico más tarde, y a Dios gracias que con vacunas de por medio. Es evidente que la situación en los colegios ha explotado. Tanto, que el viernes hasta se decidió dejar de hacer PCR a los críos que fueran contacto estrecho por pura falta de medios. Si has estado con un positivo, confinamiento y ya.

Con este panorama y la proximidad de las vacaciones, el viernes se planteó la posibilidad de cerrar los centros ya el lunes. Había una parte del gobierno que lo quería, y otra, con Educación en cabeza, que no. El consejero del ramo, Uruñuela, ganó el debate y el lunes tendremos clase, aunque habrá que ver con qué nivel de absentismo pre-navideño.

Lo peor: que con este nivel de problemas, a la vacunación en los centros le salen agujeros cuando más falta hace que vaya a buena velocidad. Mientras, será bueno mantener la cabeza fría y a los niños separaditos. Ya queda menos.

Un presidente tiene que hacer y tiene que parecer. O sea, debe tomar medidas y subsanar problemas, pero también dar la impresión de que algo le importa la gente. En el caso de las inundaciones del Ebro, lo importante es que se actúe en las riberas (lo que se va haciendo en Alfaro puede marcar un camino, por ejemplo) y que se subsanen las catástrofes. Pero aparecer por La Rioja como hizo Sánchez el martes para hacerse una foto, y estar ocho minutos y pico paseando por un aparcamiento es un gesto feo de verdad, impropio de un presidente y que deja en muy mal lugar a quienes planificaron lo que mal puede llamarse  «visita».