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Si la comparecencia de Quim Torra ante el Parlament pretendía visualizar la fuerza del independentismo tras la sentencia del 'procés' no reflejó más que su fractura total. El 'president', que ha dinamitado su ya escasa credibilidad al tardar 48 horas en condenar a rastras la ... escalada de violencia en Cataluña, se esforzó en sacar músculo al defender el ejercicio del derecho a la autodeterminación en la presente legislatura, a la que le quedan dos años. Su anuncio, falto de concreción y con apariencia de improvisado, no solo obvió las advertencias del Tribunal Constitucional y pareció ignorar las penas impuestas por el Supremo a los condenados por burlar la ley el 1-O, sino que ni siquiera fue apoyado por sus socios de ERC, cuyas divergencias con el valido de Puigdemont son clamorosas. «No es el momento de ponerse plazos», espetó el portavoz de Esquerra a un 'president' más preocupado en pedir «contención» a los Mossos que en ejercer la responsabilidad institucional que le corresponde y ponerse enfrente de quienes ejercen una violencia que él mismo ha azuzado con mensajes incendiarios más propios de un agitador profesional que del máximo representante del Estado en Cataluña.
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