Cuando te deja un novio tienes dos opciones: aparecer ante los medios en chándal, sin peinar y sorbiéndote los mocos, o arreglarte como si estuvieras esperando a que te nombraran vicepresidenta del Gobierno. Teresa Campos ha hecho lo segundo, que la ínclita no será «una ... woman del Callao pero tiene mucho haunt, tiene mucho tempo y tiene mucho down». Y nos ha dado otra lección vía exclusiva. Porque ella lo vale.

Publicidad

Hasta las divas somos hijas de nuestra época: Daniel Day-Lewis dejó a Isabelle Adjani por fax, Bisbal plantó a Chenoa por televisión, a mí me dejaron por paloma mensajera y Bigote Arrocet a María Teresa Campos por whatsapp. De esta forma, queriéndolo o no, Bigote ha convertido a Teresa en una 'millennial', en un icono generacional, en una poeta tuitera: «Que se acabe Edmundo no significa que se acabe el mundo», dice. Tocada, pero no hundida; destartalada, si acaso. Y cardada.

Teresa habla de su ruptura combinando los bordados de lentejuelas de su blusa con la altivez propia de las reinas eméritas de la mañana y la fragilidad de las mujeres abandonadas. El caso es que el desastre se veía venir, que salir con un hombre que dice haber inventado los zapatos de seis hebillas y que pinta los árboles secos del jardín no puede traer nada bueno. Pero Teresa, obstinada, sigue creyendo en el amor, que dicen los cursis: a los de «Sálvame» les ha pedido que si le encuentran un novio bueno, que se lo manden. Ahora sólo nos falta verla en «First Dates» preguntándole a su cita si le ha quedado buena paga. O en Instagram, haciéndose fotos sexis en faja. O en Tinder, que ella es muy moderna para sus cosas. A ver si le pasa como a Sharon Stone, que la echaron de la aplicación porque pensaron que su perfil era falso. Qué difícil es ser divina y humana. Lo digo por experiencia.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

¡Oferta 136 Aniversario!

Publicidad