Las relaciones de la Unión Europea con Turquía, eterno aspirante al club comunitario pese a las dificultades que plantea su régimen islamista moderado, han experimentado en los últimos años momentos de tensión. A cambio de cuantiosas contrapartidas, Erdogan se ocupó de contener los flujos migratorios ... sirios que Europa no habría sabido asimilar. El vínculo bilateral se deterioró seriamente el año pasado a raíz de las prospecciones de hidrocarburos del país otomano en aguas cercanas a Grecia y Chipre, pero las conversaciones entre Ankara y Atenas han reconducido la crisis en los últimos meses. Con Biden en la Casa Blanca y una mayor previsibilidad de los equilibrios globales, Bruselas apuesta por un nuevo acercamiento al líder turco antes de la ya cercana cumbre comunitaria de la que podría salir la prórroga del acuerdo sobre inmigración de 2016 y nuevas expectativas para una integración que parecía ya fuera de agenda. Turquía, miembro de la OTAN, es un socio estratégico de la UE en el terreno de la seguridad y un mayor vínculo con sus vecinos europeos tendría que beneficiar a los turcos porque debería llevar aparejada la exigencia de respeto de los derechos fundamentales.

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