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A las personas autistas, el COVID-19 les ha roto los esquemas. Y no les gusta que nada les rompa los esquemas. Niños y adultos con un trastorno del espectro del autismo (TEA) muestran inflexibilidad de pensamiento y de comportamiento. Tienen que controlar, tienen que ... saber lo que va a pasar y que nada ni nadie quiebre sus rutinas. El estado de alarma ha sido para ellos como el keroseno para la lumbre. En el centro Leo Kanner, de Logroño, un grupo de personas con autismo trata de superar la crisis del coronavirus desde un encierro forzoso que agrava la suya, su crisis. Internados, aislados de sus familiares, los profesionales que les atienden hacen por mantener sus costumbres, que implican contacto con la calle. Han salido, porque están autorizados a salir, a dar alguna vuelta cerca del centro. Y han sufrido el insulto del francotirador ignorante. Que toparse con ignorantes también es una rutina. Una rutina que irrita. Como el encierro. Por favor, no disparen al autista.
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