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Bajamos estos días a la calle con esa felicidad del astronauta que desciende los peldaños de la escalerilla y posa su bota blanca en el polvo lunar. Hay un disfrute que hemos redescubierto de pronto y salimos a pisar Logroño, como decía Wenceslao Fernández Florez ... en 'El Bosque Animado', «en busca de ese placer —que también procura la harina en la artesa, la nieve en el campo y la arena en la bajamar—, en el que entra en parte el sentido del tacto y en parte la secreta complacencia de imponer a lo virginal nuestro sello». Porque la ciudad estaba en coma, enferma, yerma, vacía de alegría y de entusiasmo y estamos deseando la vuelta a la vida de antes, que suba otra vez el telón y regrese el espectáculo, y lo reclamamos estos días con la impaciencia infantil con la que los críos cantaban en sus teatrillos aquello de «que empiece ya, que el público se va».

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larioja Un dinosaurio en apuros