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Solo en tiempos de cotización a la baja de los principios éticos, la indignidad puede revestirse de decencia y la mentira eclipsar a la verdad. Las nubes pueden ocultar el sol pero no hacen que desaparezca. Yo espero que en esta sociedad todavía pueda brillar ... el sol evitando que la velocidad irreflexiva en la que vivimos haga que las apariencias reluzcan más que la sencillez que emana de la verdad y de la dignidad.
En estos tiempos, los nubarrones que ocultan el sol tienen voz de apocalipsis. Hay voceros que creen poder liderar el futuro y para lograrlo predican la hecatombe y utilizan la mentira o las medias verdades. Gritan tanto que creen que la verdad y la ética son cuestión de decibelios y no de integridad. Por eso en estos tiempos revueltos triunfa la antipolítica que se alimenta de odio, ignorancia y ausencia de argumentos. Es difícil definir la antipolítica pero gana adeptos cada día. El verano es tiempo de reflexión pero también de incendios que achicharran las meninges, razón por la que algunos andan tan desatinados. Repasemos el panorama.
Pensemos en Mateo Salvini, que lleva meses gritando que ningún barco con migrantes atracará en puerto italiano. Antes muerto que sencillo. Salvini no sabe cómo solucionar el problema de la inmigración, algo mucho más complejo que un barco con cien náufragos rescatados en alta mar. Los migrantes no solo huyen de la pobreza sino en muchos casos de la barbarie. Cree que negando auxilio a náufragos será presidente de Italia y no niego que hasta lo consiga. El argumento vende en una Europa que se desinfla como referente moral porque es incapaz de adoptar medidas conjuntas sobre inmigración y de sancionar a Salvini por vulnerar las normas internacionales.
Es más fácil culpar a otros que asumir las responsabilidades propias. Ahora está de moda criminalizar a las ONG que hacen lo que debieran hacer los estados. Ha pasado con el Open Arms y está pasando en Brasil. El presidente Jair Bolsonaro, que llegó al gobierno desde la antipolítica, acaba de culpar a las asociaciones ecologistas de estar detrás de los incendios en la Amazonía solo para ir en contra suya. El objetivo es tratar de desacreditar a las entidades nacidas de la sociedad civil, porque una sociedad estructurada, comprometida y participativa es menos maleable y más crítica.
Otro de la lista es Boris Johnson. Veremos en qué terminan sus bravuconadas para llegar a la presidencia cuando la realidad le recuerde que todo lo que dijeron los voceros de la antipolítica, la ultraderecha antieuropea partidaria del brexit, son mentiras y que la verdad es lo único que no tiene remedio. Anda Johnson por las capitales europeas mendigando un acuerdo que no consiguió Theresa May. El Reino Unido puede acabar desunido por Irlanda y Escocia al mismo tiempo y dejar temblando su economía (y de paso la nuestra). Es lo que tiene ser un irresponsable sin escrúpulos.
Nos queda el todopoderoso Donal Trump, que también llegó a la presidencia subido al caballo de la antipolítica. Cada día convulsiona al mundo con un tuit, cuando no es la guerra comercial con China, es el muro con Méjico o su admiración por Putin o Kim Jong-un. Ahora se le ha ocurrido que los niños que nazcan en EEUU no sean norteamericanos si son hijos de inmigrantes. Puede volver a ser reelegido pero la historia valorará el coste de sus estridencias y nosotros las consecuencias de su histrionismo. Ninguna de sus decisiones se basa en principio moral alguno sino en el desprecio a los otros, da igual un inmigrante que la presidenta de Dinamarca, a la que acaba de insultar por no seguirle el juego en su devaneo de comprar Groenlandia.
En medio de estas locuras reconforta ver al presidente del parlamento neozelandés, Trevor Mallard, dando el biberón al bebé de un diputado durante una sesión parlamentaria. Esperemos que el bebé crezca en un mundo en el que la dignidad tenga valor y no precio.
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