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Está llegando la hora de hacer el balance final de la legislatura 'sanchista' y en estos días de despedida el panorama aparece cubierto de nubes y sombras. Habrá que esperar al 23 de julio para ver cuál es el criterio que, en medio del malestar ... de la interrupción de las vacaciones, los votantes de todas las condiciones expresen su preferencia. Las apuestas en estas antevísperas son poco indulgentes con el Gobierno, pero habrá que esperar. Una parte menor de la coalición, que nunca dejó de ser polémica, Unidas Podemos, ya ha cumplido los pronósticos que anticipaban su fracaso. La política, aunque la expresión resulte tópica, debe ser algo más serio para dejarla a merced de la demagogia y la utopía de inexpertos insolventes que actuaban engañados por su propia realidad.
Antes de entrar en otras consideraciones no hay que olvidar que el Gobierno no lo tuvo nada fácil. De hecho nunca lo es, pero en esta ocasión afrontó una pandemia de magnitudes dramáticas para acabar sufriendo los efectos colaterales de una guerra ajena. Tampoco ha sido el único problema que tuvo que afrontar, por supuesto, y aquí el resumen sí refleja decisiones equivocadas y errores graves. Uno de ellos fue la frivolidad con que los miembros de extrema izquierda de la coalición se empeñaron en recuperar las argumentaciones soviéticas que, tal vez porque eran muy jóvenes, no recordaban que habían fracasado y hecho mucho daño a sus pueblos, igual que lo siguen haciendo los regímenes supervivientes como el cubano o el venezolano que el comunismo les dejó en herencia.
Pero no toda la responsabilidad es de Podemos. La mayor parte de los errores que explican el descrédito fue del presidente Pedro Sánchez, que se olvidó de la experiencia y sensatez de su partido centenario, se aferró al poder olvidando que gobernar incluye también la práctica del verbo dimitir, desafió los sentimientos patrióticos y pragmáticos de la mayor parte de los ciudadanos y acabó volcado en defender el poder legítimo que usufructuaba comerciando con sus enemigos.
Queda por delante una etapa compleja que empezará con las elecciones caniculares, seguirá agostándose con la constitución de las nuevas Cortes hasta concluir, ya casi en el otoño, con la previsiblemente difícil tarea de formar otro Gobierno, probablemente lastrado por la pérdida irreparable del bipartidismo, y amenazándonos de nuevo a sufrir la amenaza de alguno de los extremos del arco parlamentario que lesionarán las libertades, se promulgarán y derogarán leyes caprichosas y las divisiones sociales que parece estamos predestinados seguirán limitando la convivencia.
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