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Bien mirado, no se explica el empeño de Pedro Sánchez de mantenerse en la presidencia del Gobierno a cualquier precio, como parece dispuesto a pagar. El cargo de partida es tentador, por supuesto, pero si lo está pensando bien, además de la responsabilidad de cargarse ... el futuro del PSOE, el partido que le elevó al poder y de su propio nombre en la historia, el porvenir que le aguarda es disuasorio.
Llega, si es que lo consigue, al puesto en minoría ciudadana y parlamentaria, con un apoyo a la investidura que le condena a la precariedad y a una variedad de exigencias más que difíciles de cumplir. Ningún partido regala escaños y comprarlos es tan caro como arriesgado Todos los implicados saben que tienen la sartén por el mango y que es un gran momento para exigir más cada vez que se convoque una votación en el Congreso.
El Senado lo tiene en contra, el otro poder del Estado, el Judicial, a la defensiva después de verse ignorado y, quizás lo peor, el rechazo de una buena parte de la opinión pública en actitud crítica después de cinco años en los que no consiguió, más bien al contrario, ganarse empatías y provocar desconfianza. El primer problema será cómo formar un gabinete entre tantos asociados y aspirantes que van a reivindicar cuando menos un Ministerio, incluso más.
Y para más inri, tampoco tener a su lado, entrometiéndose continuamente en todo lo que quepa su socia privilegiada Yolanda Díaz -el rayo político que no cesa como la define la calle- cuyas ambiciones rebasan con creces su capacidad insaciable de actuar por libre y su proclividad a olvidar que su partido, Sumar, ha tenido que conformarse con un modesto cuarto puesto en las elecciones presidenciales.
La señora Díaz, o mejor camarada Díaz «esa rubia que sale en la tele», ya ha demostrado su proclividad a ir por libre al Vaticano e incluso a Bruselas para rendirle pleitesía en su exilio al delincuente que, igual que aquel odioso Tejero, dio un golpe de Estado, y prometiéndole al menos oficialmente negociar una amnistía que se teme, si se implanta, viole la Constitución además de despertar el rechazo general. Su capacidad de intromisión la está ratificando con su exigencia de impedir, sin tener ni idea sobre esa cuestión, la posibilidad de la incorporación saudita al accionariado de la Compañía Telefónica.
¿Quien le habrá dado vela en este duelo?, como suele preguntarse. Es algo que no gusta a los ciudadanos, pero se trata de un asunto delicado, que el Gobierno todavía no sabe si podrá impedirlo, si hacerlo choca con las leyes españolas y reglas comunitarias, olvidando que se trata de un problema diplomático con uno de los países más poderosos del mundo, con el que se impone evitar conflictos que pueda empañar las relaciones. La Vicepresidenta y sensata Nadia Calviño le respondió de manera contundente: «Porque España es un país serio».
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